Luis Farías Mackey
La justicia no ve tanto al pasado, aunque juzgue y decida sobre conductas acaecidas en él; la justicia ve más a futuro. Platón lo dijo de manera diferente: no se castiga tanto por haber pecado, sino para que no se peque más, porque el pasado es irrevocable, sólo el futuro se puede prevenir.
El querer, decía Nietzsche, solo puede hacia adelante, la voluntad es “impotente contra aquello que ya ha sido hecho (…) La voluntad no puede querer hacia atrás” no puede “quebrar el tiempo ni la voracidad del tiempo ―esta es la más solitaria tribulación de la voluntad―”.
Castigar al homicida no trae de nuevo a la vida al asesinado, pero sí disuade a quien piense privar de ella a otro. La justicia tiene mucho de pedagogía y disuasión, de ahí que enseñe lo que hay en cada balanza y cómo lo pesa y que lo haga con la espada desenvainada.
Eso se perdió en México desde 1968, por razones que explico en mi libro próximo a salir: “¿Cómo llegamos aquí?”: el Estado se emasculó y decidió ser un poder que no quiere poder y, por ende, injusto. Abdicamos del uso legítimo de la violencia legítima por miedo a no ser acusados de diazordacistas represores, pero olvidamos con ello la vertiente a futuro de la justicia. La pedagogía fue desde entonces: peca que nada te habrá de pasar y en esa enseñanza se formó esto que hoy se llama izquierda en México.
No nos sorprendamos, pues, de la CNTE, ni de los acordeones en las casillas, ni de los abrazos no balazos, cuando la justicia hace mucho abdicó, no sólo de la violencia legítima en protección de todos, sino, y sobre todo, de su poder pedagógico y disuasivo.
Y por eso fue posible que borrarán de un plumazo al poder Judicial todo y con él la República. Lo hicieron porque a ellos, ya hechos gobierno, les impidieron violar la ley, cuando estaban acostumbrados a que fuese el propio gobierno quien les retirara los cargos, los desafueros, los requisitos de residencia y hasta les limpiara sus más añejos expedientes, pero no les importaba tanto el pasado, cuanto lo que les pudiera venir en adelante, no sólo en su vertiente de poder violar la ley impunemente, sino, y más importante, no ser castigados por sus ya violaciones, tanto las que no fructificaron, como las que sí y las que se descubran y se acumulen, y así invirtieron los papeles y la justicia dejó de ser un poder pedagógico y disuasor para ser la befa y el escarnio de quienes prometieron y cumplieron mandar al diablo a las instituciones: “nadie contra mí, nadie por encima de mí, ninguna ley más que la mía, ninguna justicia contra mí”.
Es una justicia que ve al futuro, no para que la injusticia no vuelva a ser, sino para que se perpetue.
Y saludos a Andy.