José Luis Parra
La Cuarta Transformación prometió “acercar la justicia al pueblo”. Y vaya que lo logró… tanto, que ya ni hace falta ir al juzgado: basta con mirar alrededor y ver el caos.
La nueva era del Poder Judicial arranca como las peores pesadillas burocráticas: desorganización, incertidumbre, y claro, un Excel mal llenado. Cerca de 900 jueces y magistrados —sí, 900— siguen sin saber a qué juzgado pertenecerán. Están como becarios con toga: nombrados, pero sin oficina, sin escritorio, sin sello y sin idea.
El recién parido “Órgano Administrativo del Poder Judicial”, ese Frankenstein que reemplazó al Consejo de la Judicatura, ya mandó correos desesperados pidiendo a sus nuevos integrantes su información básica. Lo hacen con carácter de urgente, como si una burocracia bien aceitada empezara pidiendo el CURP en cadena nacional.
Mientras tanto, los juzgados del país están en modo avión. La justicia no sólo está ciega: también está en huelga, sin tinta y sin papel. Literalmente. En algunos tribunales, el tóner es un artículo de lujo y las sillas giratorias giran solas porque los jueces todavía no llegan.
Y ante la parálisis, los secretarios de acuerdos se convirtieron en jueces “lite”. Sin sueldo extra, sin formación, pero eso sí, con toda la carga de trabajo. La justicia, pues, en manos de quienes se quedaron a apagar la luz mientras llega el inquilino oficial.
En medio del caos, una ciudadanía espera sentencias que no llegan. Porque aquí no estamos hablando de abstractos: son miles de personas esperando que un juez firme, resuelva, actúe. Pero si no hay juez, no hay firma. Y si no hay firma, no hay justicia. Y si no hay justicia… bueno, ya estamos acostumbrados, ¿no?
Lo más irónico es que este desastre llega justo cuando el régimen presume con bombo y platillo su transformación histórica del aparato judicial. Reforma tras reforma para, supuestamente, sanear a los jueces corruptos, democratizar las decisiones y “quitarle el poder a las élites”. Pero en el proceso desmantelaron la estructura… y olvidaron construir una nueva.
Así que ahora tenemos un Poder Judicial descabezado, empobrecido, y sin autoridad moral ni logística. Y lo peor: sin papel para imprimir las sentencias. Tal vez lo siguiente sea impartir justicia vía TikTok, con filtros de conejito y voz modulada.
La 4T quiso reinventar la justicia, pero lo que hizo fue ponerla en huelga técnica. En este momento, los expedientes se amontonan, los ciudadanos desesperan, y los verdaderos ganadores son los que saben que el tiempo —y la impunidad— siempre están de su lado.
¿Y la Suprema Corte? Bien, gracias. Mirando todo esto desde su torre de mármol, esperando que el vendaval institucional pase… o que al menos les llegue el toner.
Mientras tanto, que el pueblo espere.
Total, la justicia no es prioridad.
Ni papel hay.