Norma Meraz
No cabe duda de que el dominio y jurisdicción que uno tiene para mandar o ejecutar órdenes sobre otros es el apetito natural del hombre.
Pero esta ansia de poder no siempre lleva por buen camino a quienes lo ejercen.
Los primeros dos gobernantes que México ha tenido en lo que va del siglo XXI han pertenecido a dos partidos políticos en apariencia con ideología distinta, pero en el fondo se tocan con los dedos.
El Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el Partido Acción Nacional (PAN) tienen más coincidencias que diferencias.
El PAN, abiertamente conservador y derechista; el PRI, que se auto define de “centro amplio”, pero lo “amplio” se recarga más a la derecha que a la izquierda, han estado coaligados históricamente. Hasta el sexenio anterior, la alternancia se dio entre estos dos partidos.
El actual gobierno, surgido de un movimiento con sello “izquierdista”, ha llegado por primera vez a la Presidencia de la República con gran ímpetu, ha tomado decisiones aún antes de tomar las riendas oficialmente.
Con mucha enjundia, el actual Presidente Andrés Manuel López Obrador –como si se le fuera a acabar el tiempo–delineó la forma en que operaría su mandato.
Designó a su equipo de colaboradores y les ordenó tareas concretas a desarrollar, aún antes de tomar posesión de su cargo.
Con la clara idea de borrar o echar abajo lo que otros presidentes habían construido –con tino o desatino– anuncia y luego lleva al cabo la cancelación del Aeropuerto Internacional de Texcoco; la construcción del Tren Maya; la construcción de una refinería en Tabasco; la siembra de millones de árboles frutales y maderables en el sureste; la abrogación de la Reforma Educativa; la creación de la Guardia Nacional; la desaparición del Estado Mayor Presidencial y de las Guardias Presidenciales; la cancelación de las pensiones a los expresidentes; la venta del avión presidencial y resto de la flota de aeronaves oficiales; la reducción de los sueldos de los funcionarios de alto nivel quedando por debajo del ingreso del Presidente –108 mil pesos mensuales –; la reducción de la burocracia –270mil empleos–; la desaparición de la casa presidencial en Los Pinos para convertirla en museo –a medias hasta hoy–.
El Presidente López Obrador, empeñado en acabar con la corrupción y el robo de combustible –que significó, según cifras del mismo AMLO, una pérdida de 60 mil millones de pesos– ha conservado su nivel de aprobación de la ciudadanía respecto de combatir el robo e investigar a los culpables que permitieron la ordeña de ductos y centros de distribución de Pemex.
Ya suman muchos los que han sido sorprendidos abriendo válvulas, llenando cubetas y pipas con gasolina, beneficiándose con tal “hazaña”. pero solo sabemos que hay un sinnúmero de carpetas de investigación de algunos militares coludidos.
Sin embargo, no conocemos de “huachicoleros” descubiertos infraganti, ni de carpetas de investigación de anteriores directores de Pemex que fueron, por decir lo menos, cómplices del daño hecho al país con el robo descomunal de combustible.
El ex director de Pemex Emilio Lozoya Austin, además de su pendiente en el caso Odebrecht, recibió recursos millonarios –cinco mil millones de pesos– para la adquisición de aviones, helicópteros y equipos de drones, para vigilar detectar y combatir el huachicoleo. Dichos equipos fueron destinados a otros usos. Los diez drones estuvieron más de dos años guardados por no contar con personal capacitado para operarlos.
¿Por qué comprar equipos sin contar con técnicos especiales para manejarlos? Se trataba de gastar, gastar y gastar. Esta información es del conocimiento de la Auditoría Superior de la Federación. Como simple dato, al inicio del sexenio de Enrique Peña Nieto se habían detectado 2 mil 627 tomas clandestinas de gasolina, y al mes de octubre de 2018, ya habían 12 mil 581.
Y hablando de Pemex, los diputados de Morena presentaron un paquete de reformas a la Ley de Pemex. Se trata, entre otros asuntos, de darle mayor participación al gobierno federal en la dirección de la empresa, es decir, que el Presidente de la República tenga mayor control de Pemex, limitando las facultades de su Consejo de Administración.
¿La concentración de tantas facultades en manos de un solo hombre será el camino adecuado?
Día a día nos amanecemos con los temas de la agenda de comunicación por voz del Presidente del país, lo que hace en gran medida que otros asuntos importantes para México ocupen espacios muy reducidos en la hoja de ruta de los medios de comunicación.
Recibimos la comunicación de decisiones tomadas, mas no de información que sustente esa comunicación.
El riesgo es que a fuer de tanta declaración y exposición del Presidente, conllevará tarde o temprano un desgaste físico y de imagen inevitable.
¿Será que se trata de lo que llamaríamos la afición por el poder? Quizá. Simplemente:
¡Digamos la Verdad!