Por Aurelio Contreras Moreno
A casi tres meses de haber sufrido la peor derrota electoral de su historia, en el PRI siguen en estado de shock, intentando asimilar el golpe y determinar cuál debe ser el camino a tomar para evitar desaparecer en el corto plazo.
Sin sentido autocrítico, indulgentes consigo mismos hasta la saciedad y más preocupados por la grilla interna y por mantener sus reducidos cotos de poder que por de verdad buscar la manera de reinventar una marca que está hecha pedazos, los priistas –o al menos, los que no se han ido todavía a Morena- se lamen las heridas pero se niegan a discutir el problema de fondo: la brutal corrupción que gangrenó sus articulaciones.
Mientras hablan de convertirse en una oposición responsable, propositiva y “vigilante”, los mismos “capos” de siempre, los que se beneficiaron de esa corrupción y de un sistema que parecía inamovible, pelean por los pedazos de poder que todavía puedan morder de un hueso que hace mucho ya se acabaron.
Este fin de semana, la dirigente nacional del tricolor, Claudia Ruiz Massieu, llamó a sus correligionarios a “volver al origen”, y sostuvo que “debemos ser ejemplares en lo público y en lo privado, recuperar lo más esencial de nuestra tradición: la humildad y la capacidad de vocación de servicio”.
El gran problema del PRI es que nunca hizo antes un llamado a los suyos a ser “ejemplares en lo público y en lo privado”. En los dos ámbitos solapó toda clase de excesos, fue partícipe de las peores prácticas y cerró los ojos ante los más deleznables crímenes cometidos en aras de proteger intereses políticos y económicos de élites que se creen intocables. Y que quizá sí lo sean, ante los evidentes pactos de impunidad que se perciben en este periodo de transición gubernamental federal.
La vocación del PRI nunca fue el servicio a la sociedad, sino servirse a sí mismo. De otra manera, nunca hubieran existido casos tan grotescos de inmensa corrupción como los de Javier Duarte, Fidel Herrera, Mario Marín, Rosario Robles y el propio Enrique Peña Nieto, por mencionar algunos. ¡Qué fácil es salir ahora con que hay que volver a los orígenes! Cuando están a punto de perder hasta el usufructo del uso de los colores de la bandera.
Los priistas parecen no darse cuenta de que su partido es un muerto viviente, sin alma, que se desmorona como opción política viable ante el desprecio de la sociedad, a pesar de que los de enfrente no son mejor opción. Pero el descrédito que bien se ganaron es mayor –por ahora- que las taras de quienes llegarán a sustituirlos.
Pero ni así parecen darse cuenta de su agonía.
De consejeros a magistrados electorales
En medio del proceso para designar nuevos integrantes del Organismo Público Local Electoral de Veracruz y del Tribunal Electoral estatal, trascendió que algunos consejeros buscan dar el “chapulinazo” para convertirse en magistrados.
Las actuales consejeras del OPLE Eva Barrientos y Tania Vásquez Muñoz, y los ex consejeros Julia Hernández –cuyo periodo acaba de concluir- y Jorge Alberto Hernández –quien fue destituido por el INE por nepotismo, al haber favorecido la designación de su cuñada como funcionaria electoral distrital- se habrían inscrito en el proceso para nombrar a quien sustituirá al panista Javier Hernández como magistrado del Tribunal Electoral de Veracruz. Todos fueron vistos haciendo los trámites correspondientes en el Senado de la República, que es donde se tomará la decisión.
Y luego niegan que la burocracia electoral esté enquistada en el sistema.
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