EL SONIDO Y LA FURIA
MARTÍN CASILLAS DE ALBA
DE TEATRO VIRTUAL
Los actores, estudiantes de la Casa Azul, contemplando la nieve.
Ciudad de México, sábado 27 junio, 2020. – No lo van a creer pero, en julio de 1996 cuando era director editorial de Compuserve –uno de los primeros proveedores de Internet que hubo en México–, gracias a la invitación que me hizo Alonso Carral, fundador y director general de esa empresa, empecé a surtir de contenido al espacio virtual que tenían los suscriptores, con notas y servicios informativos, foros para chatear y, por supuesto, la entrada triunfal a un Internet en pañales. Un día se me ocurrió que podíamos montar una obra de teatro en uno de los foros para entretener al público, ofrecerles algo original de parte del proveedor y que disfrutaran de los textos que los actores irían colocando en el foro, según el libreto original y las improvisaciones necesarias.
Invité a Rodrigo Johnson, director de teatro; a Flavio González Mello, director y guionista y a Cecilia Kühne, escritora, para que trabajaran en la idea que se convirtió en El Juicio.
Flavio da cuenta de esta experiencia en su artículo publicado en Este País en mayo, 2015 de donde tomo lo siguiente:
“La mecánica era rudimentaria: convertimos uno de los “foros” que la compañía otorgaba a sus clientes (lo que hoy llamaríamos un chat) en un escenario virtual, donde los personajes que habíamos diseñado llevaban a cabo el juicio en contra de un expresidente de la República que, por entonces, era debatida en los medios.
“Los actores-dramaturgos del espectáculo teníamos que cambiar de identidad constantemente (cerrando sesión en una cuenta y abriendo a toda velocidad otra, con un nickname distinto) para “dialogar” como si fuésemos una veintena de personajes distintos, entre testigos, abogados, jueces, etcétera.
“En la pantalla se iba desplegando la obra, basado en un guión con los textos en donde aparecían los nombres de los personajes y sus diálogos… improvisado como si fuera una obra de teatro de cabaret.
“Hasta la fecha, el éxito de nuestro primer (y último) experimento de teatro virtual sigue siendo una incógnita, pues, como no llevamos el control de nuestros seudónimos, nunca supimos si, además de nosotros, hubo alguien siguiendo la obra o participando en la ficción.
Sospechamos, sin embargo, que, como en los casos de infiltración, nuestro teatro estaba a reventar… de puros seudónimos nuestros.”
El día del estreno me conecté desde París a la 01:00 de la mañana, las 17:00 en la CDMX para estar listo y empezar a ver las líneas que aparecían del primer actor, seguido del segundo, más o menos congruentes y, así, una tras otra, hasta que alguien entraba como público o por casualidad y preguntaba: “¿qué demonios es esto?”, a lo que yo le contestaba, con cierta ansiedad, que era una obra de teatro y que, por favor, no interfiriera para que siguiéramos la trama y, si quería ser parte del reparto, entonces que asumiera un papel en el juicio como parte improvisada del reparto.
La verdad, la asombrosa primera obra de teatro virtual resultó ser un poco caótica: en un momento no sabíamos quién era quién, ni quién estaba diciendo qué cosa, pero, de alguna manera, el experimento, visto un cuarto de siglo después, fue pionero de lo que sucede ahora, por eso celebro con Rodrigo, Flavio y Kühne que hayamos sido los primeros en poner una obra de teatro virtual en México.
Rodrigo es maestro de literatura dramática en la Casa Azul y sus alumnos han montado una verdadera asombrosa comedia titulada Idiotas contemplando la nieve a través de Zoom. La obra la dirige Sandra Félix y fui invitado para ver un ensayo que resultó muy divertido, con bromas de primera y un humor que a veces raspa un poco pero que tiene momentos geniales en las cuatro historias que van hilando los narradores, mientras que los actores despliegan un lenguaje florido que va entre el absurdo y la risa loca.
Fue este ensayo el que disparó el recuerdo de aquella asombrosa primera experiencia hace un cuarto de siglo que, ahora, con nuevas herramientas será el pan de muchos días.