EL SONIDO Y LA FURIA
MARTÍN CASILLAS DE ALBA
Vista del jardín desde la sala de la Casa Luis Barragán.
Ciudad de México, sábado 12 de marzo, 2022. – El 8 de marzo de 1902 nació en Guadalajara Luis Barragán Morfín, un hombre que llegó a ser uno de los arquitectos más carismáticos del siglo XX, amante de la belleza y de todo su ámbito, tal como lo expresó en el discurso que ofreció cuando le entregaron el Premio Pritzker en junio de 1980: “la invencible dificultad que siempre han tenido los filósofos en definir la belleza es muestra inequívoca de su inefable misterio. La belleza habla como un oráculo y, el hombre, desde siempre, le ha rendido culto, ya en el tatuaje, ya en la humilde herramienta, ya en los egregios templos y palacios y hasta en los productos industriales de la más avanzada tecnología. La vida privada de belleza no merece llamarse humana.”
El miércoles pasado se llevó a cabo un homenaje para celebrar el 120 aniversario de su nacimiento en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes moderado por Dolores Martínez Orralde, directora de Patrimonio Nacional, con la participación de Guillermo Eguiarte, director de la Casa Estudio Luis Barragán; Jorge Esquinca, poeta y Alfonso Alfaro, antropólogo.
Por lo pronto rescato esto que había escrito el poeta Esquinca en Letras Libres de octubre del 2004 de un aspecto de Luis Barragán diciendo que había dejado “en sus casas y jardines un trazo que puede conducir hasta el oculto centro de su obra. Pero dejó algo más: una biblioteca y un vasto archivo personal que se encuentra al cuidado de la Fundación de Arquitectura Tapatía (que se encuentra en la Casa Luis Barragán). Al repasar los volúmenes que conforman la biblioteca salta a la vista la pasión lectora de Barragán. Algunos de sus libros muestran las huellas de haber sido leídos y releídos escrupulosamente: dobleces en las esquinas de las hojas, subrayados de distintos colores, anotaciones en los márgenes e, incluso, severas tachaduras que reflejan su descontento o su franca inconformidad con un determinado párrafo. Una primera aproximación a este legado la hizo Alfonso Alfaro en el libro Voces de tinta dormida. Itinerarios espirituales de Luis Barragán (Artes de México,1996), un trabajo pionero en el que podía advertirse la veta que aguardaba al investigador.”
También celebro este aniversario publicando dos o tres pasajes de su discurso cuando recibió el Premio Pritzker para que, de esta manera, conozcamos sus principios y valores que sustentaron su obra y su vida, sabiendo que había recibido ese premio “porque se había dedicado a la arquitectura como un acto sublime de la imaginación poética, como todo aquel que ha sido tocado por la belleza.”
Habla de la soledad como si fuera una íntima comunión en donde puede el hombre hallarse a sí mismo: “es una buena compañera y, mi arquitectura no es para quien la tema y rehúya.”
“La serenidad —dijo entonces— es el gran y verdadero antídoto contra la angustia y el temor, y hoy, la habitación del hombre debe propiciarla.
“La alegría, ¡cómo olvidarla! Pienso que una obra alcanza la perfección cuando incluye la emoción de la alegría, alegría silenciosa y serena, disfrutada en soledad.
“Un jardín bello es presencia permanente de la Naturaleza, pero la naturaleza reducida a proporción humana y puesta al servicio del hombre para que resulte ser el más eficaz refugio contra la agresividad del mundo contemporáneo.
Fue Ferdinand Bac quien despertó en Barragán el anhelo de la arquitectura de jardín cuando decía que “en ese pequeño dominio (como eran sus jardines de Les Colombiers en Francia) no he hecho otra cosa que unirme a la solidaridad milenaria a la que todos estamos sujetos… al crear un lugar de reposo que nos ofrece un placer apacible. Es condición de un jardín la de aunar lo poético y lo misterioso con la serenidad y la alegría.”
Estos principios, entre otros que declaró en su discurso, fueron parte de su vida y los aplicó en sus obras, tal como lo hizo en su casa, que habitó desde 1947 hasta los últimos días de su vida.