La basura en México
Carlos Iván Martinez Reyes.
Voy de camino al metro General Anaya, ya me terminé mi refresco y busco dónde tirar la botella PET, o Tereftalato de polietileno, por si les interesa la química. Como es material reciclable pienso que hallar un bote que me permita separar de basura estaría bien, pero no hay ninguno. Estudios de mercadotecnia en Estados Unidos dicen que la gente está dispuesta a cargar su basura sólo treinta y cinco pasos. Yo ya rebase esa cifra, así que coloco la botella en una de las redecillas al costado de mi mochila y sigo mi camino.
Cuando llego a mi casa veo que mi botella desapareció. Obviamente se cayó en algún lugar del camino., ya forma parte de los 770 gramos de basura que, dice el INEGI, genera cada persona diariamente. Si se suman todos los gramos, llegamos a la cantidad de 86 mil toneladas producidas en México.
Espero que no haya ido a para a alguna alcantarilla. Ahora que comiencen las lluvias y se inunden las calles de esta gloriosa ciudad, y el agua salga del drenaje en vez de entrar, y se formen filas interminables de tráfico, me acordaré de ella.
A lo mejor alguien la recogió y la llevó a donde debería estar. Aunque, ahora que lo pienso, la mayoría de la basura termina en uno de los 13 basureros que hay, los cuales están hasta el tope de capacidad, o, más probable, en alguno de los tres mil 500 basureros clandestinos.
El destino de mi botella me entristece y me remuerde la conciencia. Pudo haberle ido mejor. Pudo pertenecer al selecto grupo de PET reciclado, solamente alrededor de la mitad pasan por este proceso. En las plantas de reciclaje son separadas, limpiadas, molidas para generar escamas, fundidas o purificadas químicamente, y vuelven a la vida como botellas nuevas o fibras para hacer ropa, bolsas, almohadas…
Incluso pudo ser arte, como el que hace el alemán Gerard Bar, quien ha recorrido lugares desde al Tíbet hasta nuestro país, recogiendo envases, los mete en hornos y los moldea creando figuras como tiburones, ballenas, huesos, nutrias, aves, en fin, cientos de posibilidades. Qué orgullo hubiera estado de mi botella. Pero el hubiera no existe.
Ahora sólo me queda guardar un minuto de silencio por mi botella perdida, y si las cosas siguen igual, también por todos nosotros.