Pablo Gato
Como ya sabemos, los aranceles los paga el consumidor. No el país que envía los productos ni las empresas que los venden. Los paga usted. Para que nos entendamos. Supongamos que una empresa de Japón vende un producto por 100 dólares. Si las tarifas son el 25%, la empresa lo sube a su precio y el precio pasa a ser 125 dólares. La empresa lo exporta. La empresa que compra el producto en EEUU pongamos que lo vendía al público a 110 dólares. Pues ahora ha de agregar los 25 dólares que le cobra adicionalmente la empresa japonesa. El resultado es que antes usted pagaba 110 dólares por ese producto y ahora pagara 135. Los números no mienten.
El secretario de salud de EEUU (Robert Francis Kenedy) declara que la gente no debería seguir consejos médicos de él.
¿Entonces la población debería pedir consejos de salud al secretario de Transporte? ¿Y el secretario de salud asesora entonces sobre qué?… ¿sobre política monetaria? Para rematar la faena declaro que “Mi opinión sobre las vacunas es irrelevante”. Dejemos ya de lado el tema de que evita hablar sobre las vacunas porque siempre ha sido un antivacuna, pero…. ¿su opinión sobre las vacunas en su actual posición es irrelevante? ¿De la persona que las regula y autoriza? Tiempos inéditos.
La administración Biden tomó el pelo a la democracia.
El libro de un periodista de CNN y otro de Axios sigue despertando polémica. En él se explica que los propios secretarios o ministros del gobierno apenas tenían acceso a Biden para que no vieran el pobre estado de salud física y mental en el que estaba en la última parte de su presidencia.
Es decir, la Casa Blanca no solo se lo oculto al país y a su propio Gabinete, sino que negó repetidamente informaciones que apuntaban en ese sentido. Algunos secretarios pudieron hablar con él y describen en el libro que lo vieron “desorientado y en la luna”. Otros incluso dicen que apenas podía hablar con claridad. En el libro reconocen que no pensaban que si había una crisis Biden podría gestionarla con efectividad.
No obstante, la Casa Blanca aisló a Biden y éste decidió postularse a un segundo término.
Incomprensiblemente, Biden y su equipo aceptaron encantados un debate con Trump.
Cuando este se produjo y todo el país pudo ver el estado de Biden, todas las cartas del castillo de naipes se derrumbaron instantáneamente. Una tomadura de pelo a la democracia.
Es obvio que tenía que haber anunciado mucho antes que no se postularía y permitir un debate interno y una primaria entre los demócratas para elegir a su candidato o candidata.
El resto es historia.