Aún no termino de entender como los habitantes de esta gran metrópoli seguimos viviendo en un territorio hostil en la gran mayoría de los sentidos. Lo hacemos como sonámbulos, como aceptando nuestra suerte en un determinismo fatal, haciendo honores al “aquí nos toco vivir” de la laureada periodista Cristina Pacheco.
Las calles de la ciudad siguen siendo las más terribles para circular de cualquier forma. A pie, no hay cuadra, ni siquiera de las zonas más exclusivas del Distrito Federal que no sean peligrosas para caminar: Desde su relieve ya disparejo, hasta claro, la inseguridad de tránsito del peatón.
Los usuarios del transporte público siguen viajando en muchos de sus casos en terribles condiciones de calidad y de seguridad, aunado al aumento de las tarifas de transporte no correspondientes con el salario que devengan.
Qué decir de las trampas viales para que con frecuencia, distintos automovilistas averíen sus vehículos y que con todo y nuestros segundos pisos, se sigan gestando grandes negocios al amparo de la red de corrupción de patrulleros, grulleros y paramédicos con ambulancia particular.
Pero al transitar por esta ciudad, no sólo se es víctima de autoridades o negociantes sin escrúpulos. Cuidado e intentes manejar con precaución más cuando circulas en una vía de alta velocidad y eres responsable de la seguridad de menores de edad. No faltan las y los –permítaseme la aclaración de ambos géneros– que se transforman en Emerson Fittipaldi y que literalmente avientan el carro sin ninguna cautela, es más, hasta insultan.
El tráfico es cosa cotidiana para aquellos que tenemos la desventaja de viajar hacia el centro de la ciudad por las mañanas y luego hacia sus lindes, de la tarde a la noche.
La contaminación es un asunto ya no sólo de agentes bioquímicos suspendidos en la atmósfera del Valle de México que por falta de condiciones de viento se mantienen suspendidos como en una especie de tapadera venenosa.
Y como si vivir y/o transitar en la Ciudad de México no fuera toda una odisea con las realidades tangibles del día a día, todavía hay que soportar a las autoridades que ocultan información como en el caso del volcán Popocatépetl. Claro que la actividad sísmica y eruptiva del Coloso inciden y alteran el ambiente de la Ciudad de México, pues este no es un ente aislado del ecosistema de la ciudad capital.
Y del calorcito de ayer, el encierro por contingencia ambiental, nadie dice nada y si alguien se atreve a preguntar dirán que es cuestión climática como si sus afectaciones y alteraciones no fueran en primera instancia por la acción y en algunos casos inacción del hombre.
Acta Divina…El jefe de Gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera, consideró el día de ayer, que la mala calidad del aire que se registra en la ciudad es consecuencia del cambio climático y a los incendios que se registran en el Estado de Hidalgo.
Para advertir… ¿Usted le cree a Mancera?
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