* A Colosio lo abandonó a su suerte, olvidó que era su candidato, su heredero; no vigiló conducirlo hasta el final, hasta transmitirle la banda presidencial. Se condujo de manera irresponsable para con él mismo.
Gregorio Ortega Molina
Carlos Salinas de Gortari muere por ser referencia política e histórica de México. Para lograrlo es capaz de cualquier sacrificio, lo que revela el perfil psiquiátrico de su malestar frente al deterioro de su imagen.
Podría solucionarlo, es un animal político de enorme voluntad. ¿Se animará a contar la verdad y a dejar de lado su versión de esa verdad? ¿Es capaz de autocrítica y narrar sus errores, para descubrir en qué se equivocó y cómo nos perjudicó como mexicanos? Es pregunta que permanecerá sin respuesta.
Pero su problema se complica. Nunca ha fracasado (según él), y cuando así ocurrió liquidó el problema, de una u otra manera borró toda referencia a la realidad cuando perdió, como ocurrió cuando ideó otra estrategia para acudir con el equipo hípico mexicano a juegos centroamericanos, a pesar de no haber calificado. Y está bien, ayuda a vivir consigo mismo, pero no resuelve el fondo, sólo lo niega.
Leer un breve diálogo de Joël Dicker de La verdad sobre el caso Harry Quebert, puede contribuir al esclarecimiento de mi propuesta de reflexión sobre el costo real del sexenio de Carlos Salinas de Gortari, y su trágico final.
“Harry, si tuviera que quedarme con una sola de todas sus lecciones, ¿cuál sería?
-Le devuelvo la pregunta.
-Para mí sería la importancia de saber caer.
-Estoy completamente de acuerdo con usted. La vida es una larga caída, Marcus. Lo más importante es saber caer”.
La senectud no es exclusivamente física, lo mismo que la caída, el fracaso tampoco es estrictamente público. El destello de la fama necesita ser opacado por el brillo del éxito, por la trascendencia histórica de lo realizado, aunque se produzcan breves fogonazos que intentan destruir lo logrado.
Pero a Carlos Salinas de Gortari le ocurrieron sucesos que lo trascendieron, por no reconocer sus equivocaciones y soslayar la realidad. La ejecución de Juan Jesús Posadas Ocampo. La irrupción en el escenario internacional del EZLN. Los crímenes de Estado de Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu. Las corridas en contra del peso debidas a los berrinches de Jorge Carpizo y, finalmente, no pudo superar su temor a devaluar.
Es una realidad que él no fue y no es el culpable de esos sucesos, pero es el responsable, lo mismo que de las terribles consecuencias que apenas empezamos a pagar.
Me resulta imposible creer que no supiera cómo se urdió la ejecución del Cardenal en el aeropuerto de Guadalajara, o que no estuviera informado de los sucesos de Chiapas. Delegó, por estar exhausto y, anticipadamente añorante del poder que dejaría de disfrutar.
A Colosio lo abandonó a su suerte, olvidó que era su candidato, su heredero; no vigiló conducirlo hasta el final, hasta transmitirle la banda presidencial. Se condujo de manera irresponsable para con él mismo.
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@OrtegaGregorio