* Deben dejarse de melindres y agradecer al obispo Alfonso Rangel que haga su tarea y procure salvar almas y vidas y, además, también haga la de los omisos políticos mexicanos
Gregorio Ortega Molina
La relación entre los delincuentes y los diversos estamentos del gobierno no es privativa de México. El dinero negro usado por los gobernantes y destinado a sus operativos políticos para conservar el poder, o responder a las exigencias de seguridad pública y los requerimientos de los mandos policiacos o militares, transita por canales seguros y llega a quienes debe llegar. Aquí, y en china.
Ahora, los chivos expiatorios son los cárteles, esos barones de la droga considerados más perversos que el mismo Diablo. ¿Será?
Los delitos de cuello blanco, incluida la evasión fiscal, mueven tantos o más recursos que el tráfico de estupefacientes, pero los protagonistas tienen una ventaja: son aceptados en sociedad y convocados por el poder, para que inviertan parte de sus ganancias en esta aterida nación. Los barones del dinero parten y comparten el poder político e imponen condiciones, y nadie se rasga las vestiduras por ello. El dinero lavado en las bóvedas de los bancos y procedente de los intereses de agio y de las altas comisiones por servicios purifica las conciencias, incluso las de los prelados.
¿Cuánto dinero pone en manos de las autoridades el delito más antiguo? La trata de blancas continúa como un pingüe negocio por más liberación sexual que lo disminuyera. Allí está vigente esa anécdota de una visita de Adolfo López Mateos a Chihuahua y, también, al rancho de Teófilo Borunda, entonces gobernador, a cuyo padre, Cleofás Borunda, correspondió hacer los honores al presidente de la República, a quien con entusiasmo y en voz alta confió: “Y todo esto con el dinero de las putas de Ciudad Juárez, señor presidente”. Imposible comprobar su veracidad, pero de que la prostitución deja bienestar para algunos, deja.
Todo lo anterior para expresar mi sorpresa porque el secretario de Gobernación, Alfonso Navarrete Prida, afirmó que el gobierno mexicano no negocia la aplicación de la ley y no hay posibilidad alguna de que eso ocurra. No es un tema dubitativo, las leyes se acatan y se cumplen.
“De esa forma el responsable de la política interna del país respondió al preguntársele sobre el encuentro que sostuvo el obispo de Chilpancingo, Salvador Rangel, con un narcotraficante -del que el religioso no dio detalles- pero (según dijo) le habría prometido que respetarán a los candidatos y a quien elija el pueblo, pero pidió que (los políticos) no compren el voto con dinero”.
Don Navarrete Prida debió mostrarse agradecido, pues un prelado le hace la tarea a un político, a menos de que lo que les resulte necesario sea la inestabilidad para el 1° de julio. Si las elecciones son en paz, como sea que se haya logrado esa paz, queda resuelta una parte del problema.
Además, el inteligente, propio e impoluto consejero del INE, Marco Antonio Baños, no aguantó mantener la boca cerrada, y también metió la pata: “La Iglesia no puede participar en temas electorales y cualquier acuerdo que sus ministros hayan establecido con narcotraficantes es ilegal.
“Al referirse al encuentro que un obispo de Guerrero tuvo con capos para dialogar sobre los comicios, señaló desconocer qué propósitos tuvo esa reunión, pero son las autoridades mexicanas las que tiene que resolver el tema de la inseguridad y el proceso electoral en curso.
“Si la Iglesia tiene un afán de participar en la generación de condiciones adecuadas para los comicios se agradece, pero es un hecho que no puede participar en temas electorales”.
¿Cuál es el programa del INE para que las elecciones transcurran en paz, sin más muertes que las que ya nos agobian? El prelado que hace su tarea en Guerrero conoce el terreno en el que se mueve, y sabe bien de las necesidades de las almas que intenta conservar en su rebaño, lo que desconocen los políticos, porque se les frunce el “cicirisco” nomás pensar en que debieran buscarse el pan por esos andurriales.
Deben dejarse de melindres y agradecer al obispo Alfonso Rangel que haga su tarea y procure salvar almas y vidas y, además, también haga la de los omisos políticos mexicanos.
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