* Así es como pretenden guiar a la sociedad a la edificación del segundo piso de la 4T, cuando en realidad sólo nos montaron en el paso elevado de la Línea Dorada, que se derrumbó en 2021. Es nuestro futuro, como lo muestran las carencias de los institutos nacionales de salud
Gregorio Ortega Molina
Hemos de reconocer a Andrés Manuel López Obradore que siempre tuvo la razón en un punto, aunque se requiere una precisión. Sí, es cierto, no son iguales, son peores.
Debemos hacernos la pregunta de los 64 mil pesos: ¿por qué tiene pavor de dar la cara? Sabe que traicionó todo lo que de él se esperaba, y engañó a todos, incluso a sus más cercanos, con quienes le resulta imposible aceptar que él sembró la simiente del narco Estado en México.
El ex presidente de la República y Marcelo Ebrard están cortados por la misma tijera. Ambos comparten los secretos del sobrecosto de la Línea Dorada, lo mismo que el de los vagones adquiridos fuera de territorio nacional, y los dos conocen el destino de ese fondo para la causa; la actual presidenta de México debió dar la cara por lo señalado en la efeméride informativa: “El 3 de mayo de 2021, a las 22:22, un paso elevado en la alcaldía de Tláhuac que sostenía la Línea 12 del Metro de la Ciudad de México se desplomó debajo del tren que lo recorría. El paso elevado y los dos vagones finales del tren cayeron sobre la avenida Tláhuac, cerca de la estación de Olivos, ocasionando la muerte de 27 personas y dejando a otras 80 heridas. Este accidente se convirtió en el más mortífero del Metro en casi cincuenta años”.
La reconstrucción y su costo nunca se transparentó, a pesar de que Carlos Slim afirmó que él lo absorbería. Todo indica que no ocurrió así. La doctora Sheinbaum Pardo está al tanto de los pormenores, pero guardará silencio, lo que no es nada nuevo en el modelo político al que nos acostumbraron: las complicidades, ante todo.
Así ha sido siempre, y será como lo indican el indulto de Joe Biden a su retoño Hunter, y el cierre de ojos de la Corte de Estados Unidos ante los crímenes no prescritos del presidente electo Donald Trump.
Puede confirmarse con la lectura de Mauricio Maeterlinck en El reloj de arena: “¿A consecuencia de qué equivocaciones, de qué aberraciones, los pueblos que dirigen el mundo son, casi todos, dominados por los más mediocres de los hombres, los minus habentes, por degenerados que no ven más allá de la punta de su tragadera?… Pero esto no es suficiente para comprender la inferioridad colectiva actual”.
Lo anterior nos explica los dilates declarativos de Marcelo Ebrard y Juan Ramón de la Fuente en respuesta a un Donald Trump que todavía carece de autoridad legal y constitucional. Los peores están al mando.
Lo puntualiza Maeterlinck: “Sobre cien, noventa y nueve veces, el orador político no tiene nada que decir. Sobre el tema que trata, no tiene más luces que no importa quién; pero necesita, a toda costa, decir cualquier cosa. Dice entonces no importa qué, de preferencia lo menos razonable, porque es menos difícil y causa mayor efecto. Después de esto, el que le responde exagera en lo absurdo, lo utópico y lo irrealizable, y así, saltando de insanidades en insanidades, se difunde una locura colectiva en la que el simple sentido común se vuelve una especie de monstruo inconveniente y lamentable, al que nadie se atreve a honrar con una palabra o una mirada”.
Así es como pretenden guiar a la sociedad a la edificación del segundo piso de la 4T, cuando en realidad sólo nos montaron en el paso elevado de la Línea Dorada, que se derrumbó en 2021. Es nuestro futuro, como lo muestran las carencias de los institutos nacionales de salud.
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