* El tiempo real ya es parte de nuestra vida, pero somos nosotros los que determinamos el espacio y la cercanía que le concedemos; lo mismo debe ocurrir con el neoliberalismo. Lo veremos mañana
Gregorio Ortega Molina
Se niegan a entender que el Covid-19 y la crisis económica conjunta, en lugar de facilitar la acción política para cambiar el modelo de desarrollo y sustituir al neoliberalismo, lo profundizará, aunque presenta una fisura real que ofrece la oportunidad de corregirlo, de recuperar el humanismo. La posibilidad de que suceda la otra pandemia: la autofagia.
En esta nación ocurre ya todas las mañanas, los mexicanos abren una ventana de oportunidad para devorarse unos a otros. El autoconsumo llevado a su máxima expresión. E. M. Cioran lo explica con pulcritud en Ejercicios de admiración y otros textos:
“Tras tan largo periodo de historia, resulta inconcebible que una voluntad de abdicación no se haya apoderado de todo el mundo. Desgraciadamente, los pueblos no alcanzan al mismo tiempo el mismo grado de agotamiento. Una humanidad agonizante podría ser soportable, pero no una humanidad desigualmente extenuada. Si todo el mundo abdicara al mismo tiempo, un simulacro de paraíso sería restablecido. La diferencia de desgaste y de hastío impedirá siempre la restauración del eterno presente, la victoria sobre el carácter satánico del devenir. Abdicar, ser un ex mortal, un anti ciudadano absoluto, un apátrida metafísico: ese debería ser el sueño de todos. ¡Qué horror haber aspirado a ser algo, haberse agotado para dejar una huella, poseer, en suma, una identidad!”
Para corregir las desviaciones del neoliberalismo, lo primero que hemos de hacer es procurar, proponer o propiciar un reacomodo en la globalización y, en nuestro caso, además al bloque de América del Norte. Tenemos la tarea de reformular, reconceptuar o volver a construir ideas con las que nacimos y nos formaron. Me refiero a valores cívicos clave: soberanía, patria, identidad nacional. Ninguno de ellos está reñido con la globalización, pero nuestros gobernantes, como los de otras naciones, permitieron que se desdibujaran o, de plano, desaparecieran.
El mangoneo de unas naciones sobre otras ha de desaparecer, y la oportunidad de lograrlo es breve, por lo que es necesario actuar con rapidez y audacia, y tener, en el portafolio de la renegociación de las condiciones de la globalización y el libre comercio, propuestas concretas y realizables, para evitar que nos jodan como lo han hecho desde 1994.
El camino es sólo uno, porque, mediten en ello, ¿pueden imaginarse un mundo sin Internet, sin la digitalización ni el tiempo real? En este tránsito también hemos de cambiar nuestro concepto de alteridad, con la certeza de que el contacto humano, estrecharse y verse a los ojos, no puede ser sustituido por un clic. Las redes sociales no sustituyen la presencia del ser amado, del amigo, del político responsable o irresponsable, del comerciante que trata de engañarnos o nos vende a precio justo.
Aunque hay una posibilidad peor. El corrimiento del eje de la economía neoliberal, de América del Norte y Europa a Asia. ¿Pueden imaginarse bajo el mangoneo de China? ¡Aguas!, no será tan previsible como hoy.
El tiempo real ya es parte de nuestra vida, pero somos nosotros lo que determinamos el espacio y la cercanía que le concedemos; lo mismo debe ocurrir con el neoliberalismo. Lo veremos mañana.
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