* La del agua trasciende las guerras por el poder, puede derivar, pronto, en una guerra religiosa; la humanidad ha testimoniado en qué se convierten esas conflagraciones que se escudan en el derecho a matar en nombre de Dios
Gregorio Ortega Molina
Lo cierto es que el agua ya está en disputa. Amigos me aseguran que durante la administración de Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón Hinojosa, ambos ex presidentes y sus allegados adquirieron en el Centro y Occidente de la república amplias extensiones de tierra, con la particularidad de albergar importantes y codiciados acuíferos.
La Constitución es absolutamente clara al respecto, y quizá por ello promovieron la Ley Korenfeld, que se perdió en un vuelo de helicóptero.
Por otro lado, Alfredo Jalife Rahme en su libro Las guerras globales del agua, privatización y fracking, nos da pormenorizada cuenta de maneras y lugares en los que el agua ya es propiedad privada o, al menos, pretenden haberla privatizado, en tanto los habitantes de esos santuarios de acuíferos no se percaten de que ya fueron despojados de su razón de ser y permanecer.
En el párrafo final de la introducción, Jalife Rahme anota: “El asunto del agua, visto en forma integral, forma parte tanto de la cosmogonía sagrada, en el más extenso significado civilizatorio y humanista, como del metabolismo corporal y biosférico; su jerarquía suprema pertenece al ámbito de lo trascendental, que excluye el simplismo reduccionista de cualquier mercantilización profana. El agua no es una mercancía de intercambio trivial ni de negocio para maximizar ingresos: pertenece a la agenda eterna de los inalienables <<derechos de supervivencia>> de la humanidad…”.
La del agua trasciende las guerras por el poder, puede derivar, pronto, en una guerra religiosa; la humanidad ha testimoniado en qué se convierten esas conflagraciones que se escudan en el derecho a matar en nombre de Dios. Nada hay más cruento que bendecir las armas con las que se va a asesinar al de enfrente. Hoy somos testigos del disfraz religioso del terrorismo islámico y sus consecuencias.
Hay instituciones gubernamentales que se preocupan y alertan. La página de Servicios de Agua y Drenaje de Monterrey, publica: La conservación y buen uso del agua es un factor clave para la supervivencia humana, pero para lograr esos objetivos es indispensable comprender el significado religioso del recurso.
La humanidad enfrenta retos ambientales importantes, y el de efecto más notorio y más amplio en alcance es la escasez del agua. Son innumerables las estrategias y políticas públicas encaminadas a una mejor gestión de un líquido que es crítico no sólo para la vida misma sino también para la actividad económica y productiva. Pero ¿cuál es el significado que tiene para los seres humanos desde el punto de vista religioso y cultural?
A merced del agua
La virtud del agua para crear y destruir hace que en muchas sociedades se considere que estamos a merced de ella como lo estamos de nuestro Dios o dioses. Es vital para nuestra supervivencia y la producción de nuestros alimentos, pero también en exceso puede arrasar con localidades enteras. Aunque su importancia se manifiesta de manera diferente en las diversas creencias y religiones, esta cualidad doble del agua la coloca en un sitio preponderante en el aspecto cultural.
La guerra del agua puede ser el principio del fin de la humanidad.
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