* Las partes en conflicto debieran deponer los enconos y olvidar los agravios, porque lesionan a la República y empañan la oferta formulada por AMLO, quien se empeñará en una reconciliación entre irreconciliables y en un perdón a motivos inconfesables, mientras la corrupción y la impunidad se asientan otra vez
Gregorio Ortega Molina
El país está inmerso en una profunda contradicción: mientras florece la propuesta de una regeneración nacional, la degradación del quehacer político se manifiesta sin rubor y se agudiza.
En la derrota, los partidos que resultaron perdedores conservan a sus rehenes y no los sueltan. La PGR mantiene abiertas las indagaciones contra Ricardo Anaya, al parecer por corrupción; Javier Corral Jurado mantiene agarrado de aquellito a Alejandro Gutiérrez y no afloja el puño. ¿Habrá intercambio pronto, o todo sucederá normalmente hasta que se formalice el ascenso de AMLO?
Es de todos sabido que el poder se conquista con dinero y juego sucio, nunca sólo con buenas intenciones e inteligentes propuestas. El flujo de recursos económicos se mancha en el camino, pero eso no contiene ni detiene a los operadores de los contendientes, lo importante es alzarse con el triunfo, y con éste hacerse de la impunidad necesaria para olvidarse de cómo llegaron donde debían llegar.
Ese encono con el que se conducen Javier Corral y EPN obstaculiza el optimismo y es anuncio premonitorio de que los agravios se zanjarán durante el actual gobierno, porque el futuro tendrá como distintivo la reconciliación nacional a través del perdón anticipado, háblese o no de impunidad, sospéchese o no complicidad. Lo importante serán las consecuencias de que no se sea generoso con la justicia por encima de la norma política no escrita, a espaldas de los acuerdos y sacándole la vuelta a la ley.
Las sospechas que se ciernen sobre Ricardo Anaya abren más preguntas sobre las consecuencias de que ese ex joven maravilla hubiese llegado a ser presidente de México. Despertó simpatías, sí, pero algo vieron detrás de su rostro los capitanes de los grupos de poder que gobiernan al país y tomaron la decisión de impedirle llegar.
Si mi suposición es acertada, ¿qué pretende el gobernador Corral Jurado al mantener como rehén a Alejandro Gutiérrez? ¿Exhibir al PRI o a EPN o a Beltrones? ¿A los tres juntos? ¿O sirve a los intereses de EPN que desea vengarse del PRI y de Beltrones y de su fracasada popularidad?
A estas alturas poco importa. Las partes en conflicto debieran deponer los enconos y olvidar los agravios, porque lesionan a la República y empañan la oferta formulada por AMLO, quien se empeñará en una reconciliación entre irreconciliables y en un perdón a motivos inconfesables, mientras la corrupción y la impunidad se asientan otra vez.
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