* Para convertir en realidad su ilusión, se sirve del escarnio, la descalificación, el ninguneo, la invención de enemigos ficticios, pero sobre todo de la cancelación de empleos y la destrucción de la economía formal, para sustituirla por la informal y la dádiva disfrazada de programa social. Mangonea, no gobierna para lograrlo
Gregorio Ortega Molina
Es momento de preguntarnos si los amables consejos de Nicolás de Maquiavelo al Príncipe permanecen vigentes e inalterables; si las observaciones de Weber y de Zambrano, o si lo que nos refieren las tragedias griegas, la literatura y la filosofía sobre las maneras de gobernar y asegurarse el poder, todavía son válidas.
La pérdida del aval de la divinidad sobre los que detentaban el poder, la generalizada condena contra los totalitarismos y las dictaduras de todos calibres, la intromisión del dinero en el poder político hasta convertirse en definitivo y definitorio de las políticas públicas, la aparición global del narcotráfico como fuente de riqueza e impunidad, además de la acelerada necesidad de los gobiernos de servirse del dinero negro, sin olvidar la omnipresencia del tiempo real y la velocidad de las comunicaciones, nos obligan a buscar respuestas a una única pregunta: ¿gobernar es hoy lo mismo que hace 50 años?
En la búsqueda de parámetros y referencias de los especialistas, me doy un frentazo. El término gobernar no aparece en Diccionario de política, de Norberto Bobbio y Nicola Matteucci; tampoco en el Vocabulario técnico y crítico de la filosofía, de André Lalande. En ambos figura la entrada a gobierno, abundan en antecedentes y su evolución.
En el Corominas gobernar nos remite a la acción de control de barcos y, como referencia, al gobierno de los hombres, pero creo que nos hace falta un desarrollo completo, desde el punto de vista político, sociológico, filosófico y lógico de la acción de gobernar, como el acuerdo tácito contenido en los pactos sociales, entre la autoridad constitucional y los gobernados.
El acto y compromiso de gobernar está contenido en el articulado de las diversas constituciones que han adoptado las naciones. La globalización y el libre comercio no inciden en ellas, hasta en tanto los convenios internacionales no obliguen a modificar conceptos como soberanía, o a revisar las legislaciones particulares de cada país, en las áreas que norman el pacto social, como lo son las leyes laborales, por ejemplo, o los principios rectores de una manera de ser, como lo es la no intervención.
A la vista de lo que hoy padecemos y las previsibles graves consecuencias de los dichos y actos del señor López Obrador, quizá coincidamos en que al frente del gobierno está un predicador, no un político, y lo que propone es una utopía irrealizable, en la que él supone que todos los mexicanos seremos felices en la medida en que estemos dispuestos a compartir la pobreza y a morir asfixiados, al determinarse que debe producirse energía eléctrica con combustóleo, y mandar a pilford a las energía limpias y renovables. El futuro, entonces, es igualar hacia abajo.
Para convertir en realidad su ilusión, se sirve del escarnio, la descalificación, el ninguneo, la invención de enemigos ficticios, pero sobre todo de la cancelación de empleos y la destrucción de la economía formal, para sustituirla por la informal y la dádiva disfrazada de programa social. Mangonea, no gobierna para lograrlo.
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