* Un político con aspiraciones de estadista debe responder a sus ofertas, porque al contribuir a la transformación de su entorno se transforma a él mismo, adquiere la dimensión de un taumaturgo cuya tarea es gobernar para el bien
Gregorio Ortega Molina
Algunos estadistas de hoy -como ciertos monarcas de antaño- al oficiar bien el poder se transmutan en taumaturgos. Transformar entornos sociales, aliviar el hambre, asegurar la paz y la salud pueden ser realizaciones de excepción, si se logran. De quedarse sólo en promesas estragan el espíritu de gobernados y gobernantes.
El fenómeno mediático y social en que se ha convertido AMLO merece observación detenida, atenta, porque por el simple hecho de alentar esperanza y favorecer la descompresión de la violencia, adquiere una estatura que en México no se presenció desde Adolfo López Mateos.
Revisar 25 días de información nacional e internacional, facilitan la comprensión de lo que atestiguaremos en los próximos seis años, si en los meses por venir no nos despierta el desengaño.
Un político con aspiraciones de estadista debe responder a sus ofertas, porque al contribuir a la transformación de su entorno se transforma a él mismo, adquiere la dimensión de un taumaturgo cuya tarea es gobernar para el bien. ¿Lo logrará?
Retomo una crónica de El País, de la que transcribo lo esencial para que los lectores y yo nos adentremos en este misterio de la política contemporánea: “Son las siete de la mañana y un grupo de personas esperan a Andrés Manuel López Obrador. Todavía es de noche y aún no ha llegado el futuro presidente de México pero una decena de personas aguardan a las puertas de su oficina, en una desapacible mañana. Desde que hace 12 días ganó las elecciones con una votación histórica de 30 millones de votos, la escena se repite cada día en la calle Chihuahua, de la colonia Roma de Ciudad de México.
“Daniel García, de 48, acompañado de su esposa embarazada de cinco meses, asegura que fue despedido injustamente de su trabajo en el Seguro Social y le gustaría que actuara para que se reconozcan sus derechos. Detrás, una joven enferma de leucemia, aguarda frente al enrejado porque no puede pagar los 900 euros mensuales que cuesta el tratamiento. <<Ya se me terminaron los ahorros y necesito que Obrador me ayude a que los pague el hospital>>, dice con los ojos vidriosos Erika González, de 25 años.
“Con la esperanza de acercarse a él, cada mañana acuden enfermos, desempleados, madres de presidiarios. Fernando González, de 50 años, recibió siete balazos durante un enfrentamiento con secuestradores y quedó parapléjico. Marcelo Ebrard (que fue alcalde de la capital y será canciller) se portó muy bien conmigo, me ayudó con el tratamiento. Hasta me consiguió una vivienda con planta baja para que pudiera acceder con la silla de ruedas, evoca.
“Al nuevo Lourdes (Tepeyac) de la colonia Roma llega gente de todo el país, a pedir o agradecer, con una carpeta bajo el brazo. De forma civilizada, como sólo puede pasar a las 7 de la mañana, todas las carpetas terminan en las manos de Brenda, que las recibe y clasifica con la paciencia del archivero”.
¿Sabrá evitar el culto a la personalidad?
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