* El triunfo electoral de Donald Trump redimensiona la inquebrantable decisión del presidente del CEN del PAN de mantener a su familia en Atlanta. ¿Está de acuerdo con su discurso hacia México?
Gregorio Ortega Molina
¿Debe alarmarnos el comportamiento privado de Ricardo Anaya Cortés como presidente del PAN, institución relevante porque logró la alternancia y aspira a recuperar el poder presidencial?
Los políticos de envergadura nacional, anhelantes de transformarse -por sus dichos y sus actos- en estadistas, carecen de vida privada, pierden la intimidad, primero frente a los servicios de seguridad, luego con la sociedad y las redes. La actitud de Ricardo Anaya denota, por lo menos, desconfianza en su país.
Hay, para su conducta, explicaciones plausibles, pero no probables.
Aceptemos, con sus asegunes, que decidió dar otro tipo de educación a sus hijos y consideró prudente que su esposa estuviera pendiente de su bienestar, por lo que trasladó a su familia a Atlanta tiempo antes de asumirse como presidente de Acción Nacional.
De ser verdad el aserto anterior, significa que el señor Anaya Cortés decidió sumar a sus hijos a ese silencioso ejército armado por Estados Unidos para adueñarse de México, tal como lo propuso Robert Lansing, ex secretario de Estado de Woodrow Wilson, en respuesta formulada a “William Randolph Hearst, en relación a la campaña de su cadena de periódicos para poner en la presidencia de México a un estadounidense y terminar con la Revolución Mexicana, que amenazaba los intereses de las grandes corporaciones norteamericanas, principalmente petroleras”.
O quizá lo único que tiene es miedo por su familia, lo que está permitido y es legítimo, pero, entonces, ¿qué hace en la contienda política, en la lucha por el poder, el presidente del PAN atemorizado por la seguridad de los suyos, exclusivamente de los suyos, porque descree de las instituciones de seguridad del Estado? ¿Puede guiar la contienda electoral alguien que no cree en su país? ¿Está bien de su equilibrio emocional Ricardo Anaya Cortés?
El triunfo electoral de Donald Trump redimensiona la inquebrantable decisión del presidente del CEN del PAN de mantener a su familia en Atlanta. ¿Está de acuerdo con su discurso hacia México?
Es imposible determinar el comportamiento emocional de los políticos. Son personajes públicos que al asumirse como tales se cubren de una máscara (en no pocas ocasiones ésta se transforma en su verdadero rostro), actúan, se convierten en maestros del disimulo, de la impostura, con tal de obtener lo que desean.
En muchos aspectos ese arte lo aprendieron de Casanova o Don Juan. El trayecto de la seducción es similar, y el objetivo final es el mismo. Un hombre de Estado es un gran seductor, llámese Adolfo Hitler o Winston Churchill, John Kennedy… o Donald Trump, quizá Ricardo Anaya.