* El “hombre” del Frente tiene la certeza -que comparten muchos mexicanos inteligentes y avezados en el análisis político que he escuchado al transmitirme una genuina preocupación porque eso ocurra- de ser él el verdadero, auténtico candidato de EPN (como Vicente Fox lo fue de Ernesto Zedillo) y de los poderes fácticos que pondrán en sus manos la banda presidencial
Gregorio Ortega Molina
Ricardo Anaya Cortés pareciera trotar en un caballo de hacienda educado en la escuela austriaca de equitación. Gusta de hacer florituras con su montura, pues lo mismo da un palomazo que se muestra mayormente dispuesto a entablar el diálogo a través de las redes sociales, que viendo directamente a los ojos de sus interlocutores.
¿Es suficiente para hacerse con el poder? Ciertamente no, pero el “hombre” del Frente tiene la certeza -que comparten muchos mexicanos inteligentes y avezados en el análisis político que he escuchado al transmitirme una genuina preocupación porque eso ocurra- de ser él el verdadero, auténtico candidato de EPN (como Vicente Fox lo fue de Ernesto Zedillo) y de los poderes fácticos que pondrán en sus manos la banda presidencial. Afirman que éste es el verdadero origen del enojo de los priistas de cepa, dispuestos a cobrárselo el día de la elección al votar en contra del ex secretario de Hacienda.
Puede resultar verídica esa percepción de la realidad, pues José Antonio Meade aparece copado por las mujeres y hombres de Luis Videgaray Caso.
Los problemas de Ricardo Anaya a considerar por sus previsibles gobernados y los grandes electores detrás de su nominación al cargo, son otros y graves, por las consecuencias que pueden tener.
Esa frase soltada el día de su registro como precandidato me hace reflexionar. Culpa a Fox y Calderón del impasse de la transición, para después guardar absoluto silencio sobre el tema hasta el martes último, en que propone el cambio de régimen, sin decir cuál es el camino. No era y nunca será el momento de tratarlo, porque lo que menos desean es que desaparezca la partidocracia como sustituto del presidencialismo.
Entre los argumentos usados por aquellos que me refieren a Anaya como candidato de EPN está el “tongo” del enojo de Los Pinos contra Ricardo Anaya contra traiciones político-electorales pactadas, tanto en Coahuila como en Toluca. Era necesario tomar distancia, me aseguran.
De ser verdad lo anterior, quienes impulsan a Anaya Cortés al poder olvidan que él nunca toma en cuenta las lecciones políticas meditadas y escritas por Nicolás Maquiavelo para el príncipe de todos los tiempos. Su referente, creo yo, por edad e inclinación cultural, es J. R. R. Tolkien, cuyo personaje Saruman parece caerle como anillo al dedo al precandidato del frente.
Es el hechicero blanco que empieza por traicionarse a él mismo, en su origen y destino, para prepararse al asalto final en silencio, siempre a las órdenes de Sauron, con la idea de hacerse con el poder necesario que le permita gobernar a todos. Él, Anaya Cortés, se muere por convertirse en el verdadero Señor de los Anillos.
Si a los analistas les da “cosa” leer los tres tomos de la obra literaria, gánense el salario y vean las tres películas, algo aprenderán sobre el origen de la traición y lo que la provoca: el poder.
www.facebook.com/ortegamolina.gregorio y www.gregorioortega.blog