* La violencia y las muertes actuales distan mucho de ser equiparables a las de ayer; es irrefutable que amplios espacios del territorio nacional son controlados administrativa y económicamente por los cárteles que son señores en ese lugar, y se mueven en medio de la irresponsabilidad del que no gobierna, pero manda e impone temor, más allá del simple respeto
Gregorio Ortega Molina
Es incuestionable lo que comentan ya no pocos periodistas, el México de la paz priista nunca fue ejemplo mundial de seguridad pública ni democracia, pero también es cierto que hoy, sí, hoy estamos peor que antes. Por donde le busquen.
El proyecto de la Revolución tuvo grandes aciertos. Se crearon instituciones y la economía -en este campo sí fue ejemplo- vivió ese milagro mexicano debido a que se eligieron especialistas hacendarios y brillamos cuando en esta casa sólo éramos 35 millones de habitantes. La densidad poblacional todo lo complicó.
También resulta irrefutable que se avanzó en ese respeto electoral que garantiza equidad y abre los cauces de una mayor participación. Hoy celebran las exequias del México que aspiró a la democracia y una equidad con justicia, porque buscan, a como dé lugar, regresar al país de un solo hombre.
La violencia y las muertes actuales distan mucho de ser equiparables a las de ayer; es irrefutable que amplios espacios del territorio nacional son controlados administrativa y económicamente por los cárteles que son señores en ese lugar, y se mueven en medio de la irresponsabilidad del que no gobierna, pero manda e impone temor, más allá del simple respeto.
Es en este ambiente de abierta hostilidad a los mexicanos de a pie, que crece geométricamente el número de desaparecidos, y las fosas clandestinas muestran los despojos y el hedor de esas decenas de miles de mexicanos que fueron incapaces de encontrar el camino de regreso a su casa.
Es de esos hogares semi vacíos que salen a peregrinar por México las mujeres y madres buscadoras, las defensoras de derechos humanos que muestran más valor, mayor ética y pulcra moral que los gobiernos incapaces de garantizar la seguridad constitucional de sus seres queridos.
Pero hete aquí que a ellas también las asesinan, porque en su búsqueda pueden descubrir vestigios de lo que no quieren que se sepa, porque esos cadáveres pudieron haber sido mutilados por los traficantes de órganos, o simplemente torturados y despojados de dignidad y vida en esas fiestas de locura y muerte de la trata, o de desahogo de los sicarios.
La información está al alcance de todos los que deseen enterarse: “La Oficina en México del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (ONU-DH) ha documentado el asesinato de al menos seis personas buscadoras en Guanajuato, desde 2020 hasta la fecha; entre estos casos está el asesinato de tres madres que buscaban a sus hijos desaparecidos”.
Lo que se pretende es borrar la memoria de los muertos, y para ello también asesinan a las madres.
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@OrtegaGregorio