* Una vez que los resultados electorales sean públicos y las impugnaciones hayan quedado resueltas, de manera chueca o derecha, los mexicanos sabremos qué tanto confían los dueños del billete en la palabra de sus gobernantes, porque lo que está en juego es satisfacer la añoranza de lo que no puede restituirse: el presidencialismo mexicano
Gregorio Ortega Molina
Damos por descontado que el capital cumple con su función social, de la misma manera que consideramos que todos los empresarios, banqueros, comerciantes, están cortados por la misma tijera. No todos son iguales, como tampoco se guían por las mismas consideraciones éticas y/o morales. Como lo decide el refrán, unos son más iguales que otros.
Recuerdo con claridad que el columnista y reportero Gregorio Ortega Hernández escribió y dijo: el único capitán de empresa que conozco cumplidor de su función social, es Carlos Prieto Fernández de la Llana. Y abundaba contándome de las casas para los trabajadores y la escuela para los hijos. Fueron los buenos tiempos de la Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey, S.A.
¿Todavía existen algunos de ellos? A saber, lo que percibimos en el tiempo real y a través de lo que fueron las negociaciones salariales y las condiciones de trabajo de sus obreros y empleados, los empresarios han propiciado el desmerecimiento de su imagen. Puede decirse que Francisco Hernández Juárez y Carlos Slim están cortados por la misma tijera. El humanismo desapareció en las relaciones obrero patronales. Incluso en las asumidas por el gobierno como patrón. Todo fue parte del Estado de bienestar, que ahora es una añoranza.
También se modificaron las relaciones del gobierno con los barones del dinero. Supongo que los reacomodos son las respuestas de los segundos como resultado de las exigencias planteadas en la Comisión Nacional Tripartita durante el echeverriato, y debido a la estatización bancaria del jolopismo. La desconfianza entre patrones y gobernantes no se ha restaurado.
Si hiciéramos las simple operación aritmética de sumar las enormes cantidades de dinero ofertadas por los inversionistas para impulsar los proyectos de desarrollo gubernamentales -al menos desde el salinato hasta la fecha-, constataremos que siempre se quedan cortos, nunca cumplieron. A esa suma habrá de añadirse el monto de los rescates gubernamentales. Sólo las cifras de la recompra de las carreteras son para marear.
Hace mucho que los gobiernos hacen como que cumplen, incluso con reformas legales para garantizar sus inversiones y darles seguridad jurídica, y los empresarios hacen como que responden e invierten, aunque sea poquito.
El ejemplo más acabado de que así sucede es el “arreglo” al que llegaron para tamizar la subcontratación y no llegar a lo planteado por Napoleón Gómez Urrutia. Desconozco si Carlos Salazar Lomelí tiene idea de lo que logró y el tiempo político en que le “concedieron” sus demandas; tampoco sé si las autoridades gubernamentales tienen la certeza, o no, de que los empresarios cumplirán lo pactado.
Una vez que los resultados electorales sean públicos y las impugnaciones hayan quedado resueltas, de manera chueca o derecha, los mexicanos sabremos qué tanto confían los dueños del billete en la palabra de sus gobernantes, porque lo que está en juego es satisfacer la añoranza de lo que no puede restituirse: el presidencialismo mexicano.
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La información proporcionada por el INEGI no es para documentar el optimismo. “El Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE) mostró una disminución de 0.3% en términos reales en el segundo mes del año en curso respecto al mes previo, con cifras desestacionalizadas.
“Por grandes grupos de actividades, las Primarias y las Terciarias descendieron 0.3% en lo individual, mientras que las Secundarias aumentaron 0.4% durante febrero de 2021 frente al mes precedente.
“En términos anuales, el IGAE registró una reducción real de 4% en el mes de referencia. Por grandes grupos de actividades, las Terciarias cayeron 5% y las Secundarias retrocedieron 3.1%, en tanto que las Primarias crecieron 6.3% con relación a igual mes de 2020”.
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