* Las redes sociales determinan el éxito del caso, aunque en los tribunales se pierda. Lo que importa es la percepción que queda en la sociedad y entre los que legitiman, o no, a los políticos
Gregorio Ortega Molina
En un esfuerzo por contribuir a la moda política del “beis”, puede afirmarse que, a Felipe Calderón, algún integrante de la ex Policía Federal le pichó perfecto strike por el medio del plato y a la velocidad cómoda para vaciar las bases, pero la dejó pasar.
¿Qué “frickeó” al ex presidente de México, que daba la “pala” de estar muy echado para adelante? Su sueño era regresar a las primeras planas, al tiempo triple A en radio y TV y saturar las redes sociales, para hacer de su organización México Libre un referente político, y focalizar en él a la oposición, pero resulta que le temblaron las piernas para hacerlo.
Es posible, aunque difícilmente probable, que muchos de los integrantes de la Policía Federal efectivamente se “echaron a perder”, pero lo que sí es comprobable, como lo han documentado varios columnistas sin desmentido alguno, son los éxitos durante la vida de la corporación. Como muestra está la detención, final, de Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”. Quienes facilitaron su última fuga fueron los custodios.
En medio de los dimes y diretes sobre la honorabilidad y honradez de los policías federales, lo único cierto es que sus demandas son legítimas y merecen defensa legal.
No era necesario que Felipe Calderón se quemara las pestañas para defenderlos, lo único urgente, necesario, era y es el combate en los medios.
Hoy por hoy, la aplicación o no de la ley se dirime ante la opinión pública, y los argumentos en pro y en contra corren por las redes sociales, y son las que determinan el éxito del caso, aunque en los tribunales se pierda. Lo que importa es la percepción que quede en la sociedad y entre los que legitiman, o no, a los políticos. Es allí donde se definen los niveles de aceptación, pero la desarticulada, o desestructurada oposición, parece no comprenderlo.
Felipe Calderón Hinojosa cerró los ojos y no quiso ver pasar la pelota caliente que lo regresaría a la palestra, porque a fin de cuentas es lo que es, y sólo podrá recuperar el respeto de la mayoría de la población, si va más allá de las Memorias de un líder moderno, que una vez en las librerías asustaron a Carlos Salinas de Gortari, porque había volcado su razón y su corazón en ellas, al hacer una autocrítica sobre su gestión y su personalidad. Al menos eso parece.
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