* Hoy es 1° de septiembre. El presidente constitucional debiera acudir a la casa del pueblo, al recinto del Poder Legislativo, a informar de lo sucedido durante su cuarto año de gobierno, pero no ocurrirá así porque se incumple, otra vez, con el mandato recibido con el poder
Gregorio Ortega Molina
El comportamiento de la senadora Monroy recuerda o evoca la actitud de esos personajes de la trilogía que sobre Trajano, emperador, escribió Santiago Posteguillo, que con tanto entusiasmo recomienda su primo, EPN.
Se conduce como esos fieles a Domiciano, aferrados con uñas y dientes a los girones del poder, porque las ropas imperiales se convirtieron, por el desgaste, en El traje nuevo del Emperador.
Admonitoria Carolina Monroy, suspirante a la postulación del PRI a la candidatura del gobierno del Estado de México, advierte que nada tolerarán en contra de la investidura presidencial de EPN, de su imagen: ¡Ni un agravio más!
Lo que no está mal, la Presidencia de la República, la institución, merece respeto de toda la sociedad, pero principalmente exige que la respete quien ejerce el cargo, quien representa a México desde el momento que se asumió como titular del Poder Ejecutivo. Si él no la respeta, para que sea respetada, entonces ¿quién?
Hoy es 1° de septiembre. Hoy el presidente constitucional debiera acudir a la casa del pueblo, al recinto del Poder Legislativo, a informar de lo sucedido durante su cuarto año de gobierno, pero no ocurrirá así porque se incumple, otra vez, con el mandato recibido con el poder.
Este día en que los mexicanos debiéramos estar alegres por conocer de los resultados de un buen gobierno, por enterarnos de los logros del Pacto por México y sus postrimerías políticas, resulta que nos dejamos llevar por los sentimientos contrarios, por el peso de esos agravios significados en una creciente corrupción y una eterna impunidad -si no, ¿de qué sirve la complicidad?-, en la ausencia de administración de justicia, incapaz de sancionar a esos gobernadores que empobrecieron a las entidades federativas que debieron preservar.
También hoy debiéramos festejar, en lugar de dejarnos llevar por la pesadumbre en que se convirtieron las consecuencias inmediatas de las reformas estructurales, en ese peso muerto que lastra el poder adquisitivo de los jubilados y de los obreros de salarios misérrimos; pesadumbre que se convierte en enfermedad física y en malestar constante, y que puede devenir en activismo político capaz de desatar más violencia que la propiciada por una reforma educativa que busca destruir lo que el proyecto educativo de la Revolución logró, hasta hace algunos años.
¡Ay Carolina Monroy!, ¿eres representante de una parte de la sociedad, o del Poder Ejecutivo?, porque tú debieras defender a los mexicanos que dices representar, de los agravios a ellos causados por las políticas públicas.