* Fue hace años cuando lo escuché de un allegado al secretario general de Gobierno de esta ciudad capital federal: la informalidad en sus calles produce 30 mil millones anuales. De allí la disputa por las plazas o el mercadeo del narco, de allí la violencia. Aquí se vende y se compra impunidad, como en buena parte del país
Gregorio Ortega Molina
Los tartufos de Andrés Manuel López y Marcelo Ebrard se esfuerzan por mantener la distancia legal y mediática con la delincuencia organizada y la informalidad de la ciudad que gobernaron. Ahora resulta inocultable.
Ambos ex jefes de Gobierno de la ciudad, y Miguel Ángel Mancera, insisten en negar que en lo que fue el orgulloso Distrito Federal, haya barones de la droga que mangonean, y la delincuencia esté más que organizada, pero de la misma manera la realidad se empeña en desmentirlos, como Héctor de Mauleón se encarga de documentar las tropelías (que existen, porque hay cómplices entre las autoridades) de los auténticos, verdaderos dueños de las calles y la riqueza de la ciudad de la esperanza.
Es un tema evangélico: el que quiera oír, que oiga. El que desee ver, que vea. Las calles de la hoy Ciudad de México y las estadísticas, muestran que los homicidios, ejecuciones o asesinatos crudos y violentos, alcanzaron el mayor número en 18 años.
Las ejecuciones y los despojos de bienes raíces y el narco menudeo en La Condesa, el irresuelto caso de la Narvarte, la modelo colombiana de la colonia Nápoles, que se despoja de su ropa, sube a la azotea de su edificio en plena y absoluta soledad, y decide “suicidarse” tomando impulso, como para no dar tiempo al arrepentimiento, caer sobre un árbol que la maltrata y, por fin da con el hálito de vida sobre el pavimento. Llegó a la muerte y el descanso eterno.
Desde la PGJ de la ciudad de los palacios, indican que la colombiana estaba fuera de ella misma por la droga consumida, pero los análisis toxicológicos fueron lentos o no deben ser tomados en cuenta, porque nada dicen de cómo llegó a la necesidad de acabar con todo.
El fondo del problema es que la sangre que inunda las calles de esta ciudad, es tapada por el dinero negro que circula con toda libertad, porque tiene calcomanía doble cero, aunque no pase por los verificentros.
Fue hace años cuando lo escuché de un allegado al secretario general de Gobierno de esta ciudad capital federal: la informalidad en sus calles produce 30 mil millones anuales. De allí la disputa por las plazas o el mercadeo del narco, de allí la violencia. Aquí se vende y se compra impunidad, como en buena parte del país.
Es sabido por las autoridades y padecido por la sociedad, que desde los penales a cargo del gobierno de la CdMx se extorsiona. Saben quiénes y desde dónde, pero nada hacen para detenerla, porque como así les conviene, no pueden coartar la libertad o los derechos o las canonjías de los reos.
Conque, ¿dónde quedó la ciudad de la esperanza?