* ¿Podrá sacudirse la presencia anímica de su Tata Mandón, y apegarse en todo a su mandato legal? Nada más oportuno para hacerlo que la celebración de la Pascua, el renuevo de la primavera, y una cura de silencio, si no de 40 días, sí de un par de semanas. ¿Lo intentará? Lo dudo
Gregorio Ortega Molina
Esta festividad o celebración dejó atrás su concepto estrictamente religioso. Incluso se transformó de la pascua hebrea o judía a la conmemoración cristiana. Deja de ser la salvación del primogénito, para transformarse en la fiesta de la resurrección, de un renuevo de vida y un novedoso contrato de esperanza.
Pero todavía más. Se asocia a la agricultura y a la llegada de la primavera. La Pascua es la fiesta del bienestar, de la puerta de acceso a la salud, la alegría y el alimento sin falta. Es la oportunidad de renovar el optimismo y establecer un nuevo contrato de esperanza, con estricto apego al origen religioso. Se trata, después de transcurrida la cuaresma y el sacrificio pascual, de dejar atrás las lealtades terrenas o falsas o fariseas, y regresar al compromiso original.
¿Quiénes y cómo festejan hoy la Pascua Florida? Nada que ver con el concepto original de la celebración. Hoy la cuaresma ha perdido totalmente su significado. Nadie quiere someterse -al menos en la evocación bíblica- a los 40 días y 40 noches en el desierto, con las tentaciones, sin alimento terrenal, sólo sostenido por el aliento de la divinidad. Todos temen hundirse en la reflexión, pero sobre todo en el silencio. Sin el ruido de la vida diaria se consideran muertos.
Han reducido su cuaresma a la observación de un moderado ayuno y a la modificación de su dieta: los viernes dejan de lado la carne, y se alimentan con pescado. Y siempre me he preguntado si esa apartarse de la carne no implica, también, suspender el cumplimiento de los deberes conyugales, ya no digamos el comercio carnal, el sexo por el sexo. ¿Qué tan saludable es la abstinencia?
Inmerso en estos desvaríos pretendidamente intelectuales, me resulta imposible preguntarme cuál puede o debe ser la celebración pascual de la presidenta de la República, si nos ajustamos estrictamente a la idea de una renovación total del contrato de esperanza, es decir la promesa formulada al tomar posesión y al cumplimiento absoluto de su mandato constitucional, ajeno a sus lealtades políticas personales.
¿Podrá sacudirse la presencia anímica de su Tata Mandón, y apegarse en todo a su mandato legal? Nada más oportuno para hacerlo que la celebración de la Pascua, el renuevo de la primavera, y una cura de silencio, si no de 40 días, sí de un par de semanas. ¿Lo intentará? Lo dudo.
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