* Los gobernantes de todo el mundo se tiran a la demagogia, pronuncian escalofriantes discursos y se pliegan a la codicia de quienes los colocan en el poder
Gregorio Ortega Molina
La codicia de empresarios y compañías mineras y talabosques y depredadores de toda laya, puede más que la muy remota concientización de las consecuencias del cambio climático. Al ser vencido Al Gore derrotaron a la naturaleza, y va para peor.
¿Será que los veracruzanos intuyen que su Puerto puede desaparecer, o Boca del Río; y los mexicanos todos concebimos lo que puede suceder con Ciudad del Carmen, Campeche, Tampico, Ciudad Madero, Cancún, Puerto Morelos y Cozumel e Isla Mujeres? ¿Recordaremos para nuestros hijos lo que fueron las bahías de Huatulco, Acapulco, Guaymas y Puerto Peñasco o Manzanillo y Punta Mita? ¿Qué ocurrirá con la península de Baja California? ¿Quedará convertida en una isla? Los habitantes de Mexicali y el valle tendrán suficientes motivos para olvidar la salinidad del río Colorado. El cambio climático está sucediendo, no han podido contenerlo, ya no digamos revertirlo.
Los mexicanos hemos hecho de la Ciudad de México una zona urbana adecuada para los vehículos. El transporte público además de deficiente es inseguro, las áreas peatonales son inexistentes, la seguridad es cada día más débil, motiva el olvido del ámbito social, pero lo más grave y lo que más perjudica es el resultado de la codicia de los desarrolladores urbanos y las autoridades que los toleran.
Olvídense de los temblores, los derrumbes y la muerte en medio de los escombros o asfixiados por el polvo, porque a fin de cuentas es más rápida que la padecida por las consecuencias del cambio climático: contaminación que afecta los ojos, la piel, la circulación sanguínea y los pulmones. Puede que las diversas variedades de influenza sólo sean consecuencia de la infición en la urbe, y ¿quién sabe si el Tamiflu pueda continuar salvando vidas ante la capacidad de mutación de bacterias y gérmenes?
Mis hijos y nietos padecen más diversas afecciones de la piel que las comunes durante mi niñez y adolescencia, y ya no comentemos de las infecciones respiratorias. Fui un gran fumador, pero mantengo los pulmones limpios… aunque las enfermedades respiratorias o pulmonares son puntuales en los meses de mayor contaminación, pero hemos dejado de medir y comentar la lluvia ácida, que no se ha ido y regresa con persistencia.
Pero los gobernantes de todo el mundo se tiran a la demagogia, pronuncian escalofriantes discursos y se pliegan a la codicia de quienes los colocan en el poder.
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@OrtegaGregorio