* México no crece porque lo desposeyeron de sus puntos de referencia financieros, y el apellido Hank habrá de recorrer mucho camino para lograr la aceptación que tuvo, en esta materia, el apellido Espinosa Yglesias
Gregorio Ortega Molina
El petróleo y sus derivados distan mucho de ser dinero contante y sonante. Primero hay que colocarlos en el mercado, rezar porque el precio esté al alza, y finalmente vender. Su valor depende de la oferta y la demanda, pero quienes tienen dinero de sobra para adquirirlos, almacenarlos y consumirlos cuando sus sociedades lo exijan, imponen las reglas del juego.
Hoy, como ayer, nuestras reflexiones surgen de la lectura de la ponencia de Santiago Levy Algazi en el Senado de la República, donde afirmó: “Nuestro problema central es que la productividad en el país está estancada. En cualquier país, el crecimiento viene porque se invierte y crece el acervo del capital; porque su fuerza de trabajo se educa y porque trabajadores más educados, en un contexto en donde aumenta la inversión, hacen que el país sea más productivo.
“Y como ya apunté anteriormente, nuestro problema no es la tasa de inversión; nuestro problema no es la calificación de la fuerza de trabajo; la gran interrogante es que la improductividad, y esto es sorprenderte, en dos décadas la productividad en el país aumentó cero, literalmente cero”.
La economía mexicana está mejor de lo que aparenta. En términos médicos padece de hipocondría, y ésta enfermedad se determinó en cuanto convirtieron a los mexicanos que trabajan y producen, en exportadores de capital. El fenómeno está claramente explicado en Gomorra, donde Roberto Saviano se sirve de la industria textil y del vestido para narrarnos el procedimiento de cómo se empobrece a la mano de obra local y la riqueza, transformada en productos de exportación, se queda en las casas matrices de la banca. Los ahorros de los mexicanos sirven para apuntalar la economía de naciones europeas, la de Estados Unidos y Canadá.
Después, la pregunta de los 64 mil pesos: “¿por qué cuando los individuos están cada vez más educados, tienen un contexto de estabilidad macroeconómica, están insertos en la economía global, no pueden aumentar su productividad?”
Antonio Delhumeau acostumbraba a reclamarme mi acerba crítica a los banqueros mexicanos. Su argumento era sencillo: “tienen cierto nacionalismo, y como son de casa, son familia, si te roban dejan algo en México. Los de hoy no inspiran confianza”. Pueden ser eficientes y honrados, pero en asuntos de dinero, éste tiene tanta o más identidad que el corazón de su propietario.
México no crece porque lo desposeyeron de sus puntos de referencia financieros, y el apellido Hank habrá de recorrer mucho camino para lograr la aceptación que tuvo, en esta materia, el apellido Espinosa Yglesias.
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