* El ruido será intenso, los agregorioavios muchos, y la posibilidad de desandar el camino recorrido por nuestra incipiente democracia crece, en la medida que se acrecienta la tentación por la dictadura
Gregorio Ortega Molina
Si el diálogo entre precandidatos, primero, y candidatos después, a través del discurso de campaña, de los espectaculares, los millones de spots de radio y tv, los volantes y, al fin los debates, continúa como hasta ahora, quedaremos desbordados por la mediocridad, más fétida que el agua del Gran Canal.
Los que contiendan por la presidencia de México, por los puestos de representación para expresar la voluntad de los mexicanos en el Congreso de la Unión, tienen pleno conocimiento de los cinco problemas fundamentales de esta nación, y ninguno -deseo equivocarme- formulará la concepción y desarrollo de un proyecto o programa que aporte la voluntad, conforme a derecho y en el marco constitucional, para dar por concluidas las complicidades y la impunidad que las alientan.
Por ejemplo, la única manera de acabar la corrupción -lo mismo la que se asume por codicia que la que se impone por amenaza y miedo- es con la sanción ejemplar de tirios y troyanos, considerando que por un buen rato debe primar la justicia por sobre la legalidad y la ley. Perú pone ejemplo.
La observación formulada por José López Portillo es acertada: “los acusamos de corruptos, no de tontos”. Pero supo que él mismo debía pagar y, como se acostumbraba en la cárcel de Lecumberri, Jorge Díaz Serrano funcionó como su “pagador”. Él saldo la deuda presidencial con la sociedad. Hoy el tiempo político corre en vehículos importados y de alto costo.
Tampoco nadie ha sido capaz de articular una propuesta lógica que dé continuidad a la instrumentación y arraigo de las reformas estructurales, considerando que toda reforma constitucional alumbra con ella la semilla de su contrarreforma.
Es increíble que se nieguen a aceptar que el éxito del cambio de modelo económico, al desaparecer el de la Revolución para ser sustituido por el neoliberal, requiere, ya con urgencia, de la <<reforma estructural del modelo político emanado del triunfo de los caudillos y plasmado en la Constitución>>. El presidencialismo conceptuado entonces y reforzado durante el maximato, es absolutamente incompatible con el cambio de relación entre gobierno y sociedad sustentado en el libre mercado, en la globalidad, en la necesaria interacción entre los modelos jurídicos y jurisdiccionales de EEUU y el nuestro.
Pero nada… el ruido será intenso, los agravios muchos, y la posibilidad de desandar el camino recorrido por nuestra incipiente democracia crece, en la medida que se acrecienta la tentación por la dictadura.
El oficio del poder no es ejercido por santos, pero los imperfectos bien pueden contribuir a mejorar al país. Pero a los que no son puros les temen, como temieron a José Vasconcelos, a Adolfo de la Huerta, a Ignacio Morones Prieto, a Emilio Martínez Manatou, a Mario Moya Palencia, a Porfirio Muñoz Ledo, a Jesús Silva Herzog, por mencionar algunas de las inteligencias desperdiciadas en las desviaciones del ejercicio del poder.
* Queridos lectores, los dejo reposar porque el ruido será intenso. Nos reencontramos el 8 de enero de 2018, pero el día 5 los Reyes les entregarán mi Cuaderno de Notas.
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