* No le falta razón a la doctora Magaloni, pero debe reconocer que sí es un retroceso, porque el problema radica en determinar las razones por las cuales no se instrumentaron las reformas, y se topará con la misma pared: la corrupción todo lo permea, porque en esta nación emana del trono del águila, y mientras no se haga una profunda reforma al Poder Ejecutivo, nada cambiará
Gregorio Ortega Molina
Hay asimetrías constantes y profundas entre las tres naciones que conforman América del Norte, aunque Canadá y Estados Unidos de América son menos distantes que México con su vecino del norte -a pesar de los tres mil kilómetro de frontera, o quizá por ellos-; los canadienses y los estadounidenses, son más parecidos de lo que admiten. El racismo los iguala, aunque no las creencias religiosas.
Es en este contexto que la doctora Sheinbaum Pardo trae a cuento el término soberanía, cuando desde 1994, cuando se firmó el TLC, la idea fue borrar esas asimetrías que se niegan a desaparecer, e integrarnos al bloque de América del Norte, lo que ahora con los proyectos ideológicos y económicos de Donald Trump y Andrés Manuel López Obrador, la pretendida integración se antoja imposible, y el futuro de nuestra nación se avizora nefasto.
Desde que el Maximato evolucionó a Priato con sus propias reglas sucesorias y su incesante equilibrio de poderes, de ahí la organización en sectores y el necesario acuartelamiento de Marina y Defensa. El civilismo fue el primer peldaño a la democratización, lo siguieron la creación de instituciones y el trasvase de la tutela del Poder Ejecutivo a la independencia del INE y de la SCJN, más adelante lo siguieron las fiscalías, y algo alentador, el INAI, de tan breve vida.
Pero lo que se avecina dado lo sucedido el domingo último, y la manera en que la propaganda política se esforzará en presentar como manifestación de la voluntad popular y un triunfo inigualable en el mundo, tendrá sus secuelas para profundizar el regreso al autoritarismo, como primer descenso a la dictadura del silencio, por aquello de la prisión preventiva oficiosa.
Zedryk Raziel, reportero de El País, publicó el sábado 17 de mayo último, lo que es una clara referencia a lo que se nos viene encima, con el propósito de controlarlo TODO. Escribió:
“El Gobierno de Claudia Sheinbaum prepara una reforma de gran calado a las fiscalías, que devuelve al Ejecutivo federal y de los Estados el poder para designar a los titulares de esas instituciones. La reforma, cuyos detalles han sido confirmados por EL PAÍS con fuentes del Congreso y la Presidencia, incluye a la Fiscalía General de la República (FGR) y a las fiscalías de los 32 Estados del país. El cambio cualitativo significa un regreso a la época en que el presidente o gobernador de turno designaba directamente a su fiscal, antes llamado procurador. Esa facultad discrecional también le permitía relevarlo de sus funciones, como a cualquier otro secretario de Gobierno bajo su autoridad. En esas condiciones, el procurador solía estar profundamente vinculado al mandatario o a un partido, y en muchos casos actuaba en concierto con la agenda política del momento.
“Hace una década, se modificó la Constitución para dotar a las fiscalías de independencia respecto del Ejecutivo. Parte de la reforma incluyó cambiar el proceso de designación de sus titulares, en el que el Senado adquirió un rol fundamental. Otra medida fue extender el periodo en el cargo de los fiscales para que fuesen transexenales, es decir, que durasen más allá del término del mandatario en turno y no estuviesen sujetos a los cambios políticos. Morena argumenta ahora que esa autonomía se ha convertido en un lastre para la procuración de justicia, pues algunos fiscales, muy ligados a mandatarios de oposición, juegan en contra de los nuevos gobiernos y frustran el combate a las redes de corrupción.
“Muy poco ha cambiado con la autonomía de las fiscalías, a decir de los especialistas. La investigación y persecución de los delitos sigue entrampada en los Ministerios Públicos, muy pocos casos llegan a los jueces y la impunidad continúa en niveles exorbitantes. Con fiscales independientes o no, los ciudadanos quedan como el eterno eslabón débil en la cadena de la procuración de justicia. <<No es que la autonomía les haya dado a los ciudadanos la sensación de estar más protegidos, de que tienen acceso a la justicia. Yo no creo que [la reforma de Sheinbaum] sea una pérdida, porque no creo que ganáramos mucho con la autonomía>>, indica la abogada y académica Ana Laura Magaloni”.
No le falta razón a la doctora Magaloni, pero debe reconocer que sí es un retroceso, porque el problema radica en determinar las razones por las cuales no se instrumentaron las reformas, y se topará con la misma pared: la corrupción todo lo permea, porque en esta nación emana del trono del águila, y mientras no se haga una profunda reforma al Poder Ejecutivo, nada cambiará.
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