* Lázaro Cárdenas necesitó de 16 meses para sacudirse la tutela de Plutarco Elías Calles, y decidió ponerlo en un avión para que se trasladara a Los Ángeles, en California. Adolfo López Mateos ordenó a Humberto Romero que le quitara la red a Adolfo Ruiz Cortines, con el siguiente mensaje: “la gratitud se acaba”
Gregorio Ortega Molina
¿De veritas estamos ciertos de que Andrés Manuel López Obrador hizo de su sucesión en el poder un mixiote (cocido y amarrado) que sólo él degustará? Después de lo escuchado, leído y observado, me queda la sensación de que en su principal operación política se equivocó.
Vamos por pasos. Plutarco Elías Calles gobernó e instauró su Maximato sobre un país cuya población no era la quinta parte de lo que hoy es, había más analfabetos que letrados, más oficiales y generales que hombres de leyes y periodistas, los medios de comunicación que hoy conocemos no existían, por ende, estaba a años luz del tiempo real y la comunicación instantánea, ya no digamos de las redes sociales, los teléfonos celulares y la “información” pagada, para sustituir los hechos por los ensueños.
Fueron los años en los que la operación política se imponía y corregía a sangre y fuego, y lo mismo mataban a militares que a civiles; por el contrario, hoy la toma de decisiones que parece dirimirse en la cúpula del poder, debe -por fuerza- considerar a la opinión pública, más allá de los medios tradicionales y los acuerdos publicitarios. La pauta, el tono, el mensaje simula estar impuesto por la voz presidencial, acuerpada por las Fuerzas Armadas que, día a día, se hacen de más espacios administrativos y políticos y de mayor riqueza, que puede ser útil para modificar la percepción que de la sociedad tienen los militares.
Desde el 17 de julio de 1928 hasta el 10 de abril de 1936 el poder fue unívoco, poco importaba si José Vasconcelos debió huir de México o Pascual Ortiz Rubio era apodado “El Nopalito”, y cuya magna obra pública fue el paso peatonal subterráneo de 16 de septiembre, conocido como el Pasaje del Simplón. Lázaro Cárdenas necesitó de 16 meses para sacudirse la tutela de Plutarco Elías Calles, y decidió ponerlo en un avión para que se trasladara a Los Ángeles, en California.
Adolfo López Mateos ordenó a Humberto Romero que le quitara la red a Adolfo Ruiz Cortines, con el siguiente mensaje: “la gratitud se acaba”. Luis Echeverría Álvarez, acostumbrado a comer los sapos que le guisaba Gustavo Díaz Ordaz, comprendió por la vía diplomática que nunca podría ser el émulo del jefe Máximo, en cuanto José López Portillo lo nombró embajador de México en las Islas Fiyi.
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¿Podrán curarse de su ignorancia Luisa María Alcalde Lujan, y de su estupidez Alejandro Armenta Mier? Lo dudo. Ella, secretaria de Gobernación, debe aprender a no seguir a pie juntillas las instrucciones procedentes de un desorbitado jefe.
Naturalmente Luisa María sabe, a ciencia y paciencia, lo que me documentó un doctor en derecho constitucional. “El artículo 94 de la Constitución dispone que la remuneración de los ministros, magistrados y jueces no podrá ser disminuida. Cuando reformaron el 127 se les olvidó el 94. Ambas disposiciones son constitucionales, pero en el caso de los juzgadores se aplica el que es específico de ellos”.
En cuanto a la tonta declaración de Alejandro Armenta, qué se puede decir. “No hay argumento para que la Suprema Corte, que encabeza Norma Piña, violente la Carta Magna y pase por encima de la disposición constitucional de que ningún servidor público puede ganar más que el presidente. Si ellos, que son los sujetos depositarios de la justicia en nuestro país, no respetan la Constitución, ¿cómo pueden exigir a los mexicanos que la respeten?”
Así los que suponen gobernar.
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@OrtegaGregorio