* Que nada cambiara, como se narra en el Gatopardo o en Pedro Páramo, era la función del Poder Ejecutivo, con dos instrumentos: corrupción e impunidad. Nos urge, entonces, que se conceptúe y haga una reforma al poder de los poderes y se dé aliento al Tribunal Constitucional, pues de lo contrario continuaremos como el burro de la noria
Gregorio Ortega Molina
No tenemos las fechas precisas en que de verdad se dio un verdadero equilibrio de los tres poderes en México, ni sabemos cuánto duró. Fueron diferentes factores los determinantes para que pareciera que, al fin, conquistábamos la democracia.
El primero de ellos fue la ciudadanización del INE, después el TLC y los compromisos adquiridos para lograrlo. Le siguieron la irrupción del EZLN y, como corolario, la reforma a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que incluyó al Consejo de la Judicatura, pero sobre todo la aspiración a convertirse en un verdadero tribunal constitucional.
Lo cierto, hasta hoy, es que en México el Poder Ejecutivo siempre ha mangoneado a los poderes Legislativo y Judicial, como si lo determinado por el constituyente jamás hubiese queda escrito. Nunca se ha cumplido con el mandato constitucional, mucho menos con eso de asegurar las garantías constitucionales. Hoy conocemos de los desastres educativo, en salud, en seguridad…, la economía y su seguridad jurídica se mueven en otro renglón.
La realidad es que el equilibrio entre los poderes constitucionales es mera ilusión. Comparto lo pergeñado por C, Wright Mills en La teoría del equilibrio: “Al decir que existe un <<equilibrio del poder>> puede significarse que un interés puede imponer su voluntad o sus condiciones a otros; o que cualquier interés puede crear un empate; o que, con el tiempo, queda satisfecho un interés y luego el otro, en una especie de turno simétrico; o que todas las políticas son resultado de transacciones, que nadie consigue todo lo que quiere ganar pero que cada cual obtiene algo. En realidad, todos estos significados son intentos de describir lo que puede suceder cuando se dice que hay, permanentemente o temporalmente, <<igualdad de poder de regateo>>… La noción de que el cambio social sólo se verifica mediante un tolerante toma y daca, por transacción y una red de vetos de un interés equilibrado por otro, supone que todo esto marcha dentro de un marco más o menos estable que en sí no cambia…”.
Que nada cambiara, como se narra en el Gatopardo o en Pedro Páramo, era la función del Poder Ejecutivo, con dos instrumentos: corrupción e impunidad. Nos urge, entonces, que se conceptúe y haga una reforma al poder de los poderes y se dé aliento al Tribunal Constitucional, pues de lo contrario continuaremos como el burro de la noria.
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