* Sabe que han sacado provecho uno del otro, pero también tiene la certeza de que él, en el ámbito en que se mueve, tendrá más duración que su contraparte, porque es el dinero el que motiva al poder y determina muchas de las decisiones
Gregorio Ortega Molina
Cuando presentan las figuras de Carlos Slim y Andrés Manuel López Obrador, de inmediato veo la imagen de dos saurios que se miden, no para ver quién tiene más fuerza, sino para constatar quién es el más hábil para obtener provecho, y éste se saca de los recursos fiscales que con tanto esfuerzo pagan los mexicanos.
Le doy vueltas a las suposiciones de lo que pudo suceder durante la reunión a puerta cerrada en el despacho presidencial, entre los presidentes de México y del Grupo Carso, y la corcholata de platino, Claudia Sheinbaum. Informaron que el señor Carlos Slim asumía la responsabilidad económica y profesional para reconstruir lo que se hizo mal en ese tramo aéreo de la L-12, que costó vidas y todavía diezmará prestigios.
¿Qué se dijo a él mismo Andrés Manuel López Obrador, una vez que los despidió y, supuestamente llegaron a un acuerdo? Seguro pensó que tiene comiendo de su mano al empresario, al hombre más rico de México, al que le destruyó el ensueño de participar en el AICM en Texcoco, y contribuyó a acrecentar su fortuna durante su gobierno en la Ciudad de México, con todo lo que puso en su haber de las propiedades del Centro Histórico.
Ambos, político y empresario, zalameros se despidieron con comprometido abrazo, con la idea de sellar un pacto irrompible… mientras cada cual permanezca en su lugar social, cultural, político, pero sobre todo de poder. Con certeza AMLO sonrió para sus adentros, seguro de haber llegado a un arreglo.
Una vez cerrada a sus espaldas la puerta del santo de los santos de la política mexicana, Carlos Slim se sacude los brazos y faldones del saco, se pasa las manos por la cabeza, y con un pañuelo se enjuga los dedos, no los quiere pringados de obsecuencia, porque sabe que tiene fecha de caducidad ser anuente con el hombre del poder.
Y sí, está seguro de que han sacado provecho uno del otro, pero también tiene la certeza de que él, en el ámbito en que se mueve, tendrá más duración que su contraparte, porque es el dinero el que motiva al poder y determina muchas de las decisiones.
Claudia Sheinbaum fue en silencio a su sucursal del poder, con la seguridad de que muy pronto será la corcholata mayor.
Obvio que lo anterior es un ejercicio de fantapolítica, término acuñado por Jorge Hernández Campos en uno de sus momentos de mayor lucidez.
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