* Dos teocracias se confrontan. Obedecen al dinero y al terrorismo. Ninguno de los líderes es de temer por su inteligencia, sí por su ignorancia
Gregorio Ortega Molina
La de Irán y Estados Unidos es una confrontación entre dos teocracias. De un lado el Islam -en el sentido propalado por ISIS-, del otro Mammón, en su más apegada concepción bíblica. No hay reconciliación posible, ni siquiera para la foto. Allí está la simbología impresa en el billete de un dólar: In God We Trust, y el ojo de Dios junto a la pirámide.
Pueden acordar una tregua, pero el odio entre esos dos mundos vivirá por la eternidad, pues es imposible desaparecer a uno u a otro. Allí está la torpe idea de no dejar piedra sobre piedra de los totalitarismos soviético y nazi, y ahora aparecen y manifiestan quienes añoran la vida durante el comunismo, o se hacen presentes los cabeza rapada, que ya no pueden comportarse como las juventudes hitlerianas, pero hacen de las suyas para recordarnos que el desprecio por las “razas inferiores” permanece vigente.
Los campos de concentración fueron sustituidos por las estaciones migratorias, por los centros de trabajo en los que se exige producir al máximo, y en los que está prohibido detenerse a soñar que este mundo puede ser otro, ofrecer oportunidades para la vida.
Es en este contexto que Donald Trump rediseña el esquema de su reelección, sin importarle los costos inmediatos, las consecuencias a mediano y largo plazo, ni la posibilidad de que, en su ejecución, los estrategas militares se entusiasmen, pierdan el control del dispendio en vidas humanas, y lo que está previsto como operaciones militares quirúrgicas para infundir miedo, distraer y asegurarse un mayor número de adeptos, se convierta en una guerra totalmente fuera de madre y capaz de llevar al mundo al apocalipsis nuclear, en nombre de Dios.
Debemos preguntarnos si los manuales que escribiera Sun Tzu en el Bing Fa, o los de Carl Von Clausewitz acerca de la Revolución y la Restauración, permanecen vigentes. O si es mejor confiar en que las admoniciones bíblicas pudieran hacerlos entrar en razón, o sólo el miedo a no tener tiempo suficiente para disfrutar de su poder y sus fortunas. Lo cierto es que la irresponsabilidad de los líderes políticos y morales del mundo, nos deja en el pasmo.
El temor de Dios, que fue un modelo ético y moral válido para todos, dejó de existir, de ser considera como instrumento de templanza en el carácter y en el uso y abuso del poder político y económico. Nos damos cuenta de que Donald Trump, Vladimir Putin, los líderes religiosos de Irán y Benjamín Netanyahu no son temibles por su sabiduría, sino por su terrible ignorancia, su espantosa insolencia y arrogancia. Los hace más susceptibles de una espantosa y final equivocación.
La realidad impuesta por la cibernética, lo instantáneo de la información, obliga a tomar en cuenta que no existen manuales para atemperar el juicio humano, en medio de su afán de poder, riqueza y lujuria por la capacidad de exterminio que tienen en sus manos.
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