* ¿Y los discursos de Mariano Rajoy y el Rey Felipe, no son manifestaciones lingüísticas del odio, del peor fascismo, del regreso del totalitarismo?
Gregorio Ortega Molina
Los políticos son los artífices de las tergiversaciones más sofisticadas del lenguaje, y de entre éstos los jueces que hacen de la administración de justicia un instrumento de poder y un arma ideológica.
El lenguaje usado en los distintos gobiernos escora a la derecha. Cae dentro del uso de lenguajes totalitarios descrito por Roland Barthes, también en medio de las descripciones de Rob Riemen con las que nos pone sobre aviso del regreso del fascismo, y es así porque los ciudadanos los escuchan, o simulan hacerlo, y si no lo hacen de todas formas votan por la derecha una y otra vez, y otra vez.
Lo que sucede en España es tan emblemático como el resultado electoral con el que ratificaron a Ángela Merkel, pero acosada por los neonazis, o como el lenguaje del discurso político de Donald Trump.
No debe extrañarnos que como resultado del referéndum catalán, la Fiscalía de Barcelona abriera una carpeta de investigación por coacciones, amenazas y delitos de odio, por las supuestas presiones políticas para expulsar a los agentes de la Guardia Civil y la Policía Nacional de los hoteles de Calella y Pineda de Mar en los que estuvieron alojados. El fiscal de delitos de odio y discriminación de esa provincia, Miguel Ángel Aguilar, ha ordenado a la Policía Nacional que compruebe los hechos e identifique a los supuestos autores de las presiones.
¿Será que deben admitir en la casa a los agentes del orden público que les impedirían manifestar su opinión, cerrando las casillas del voto, robándose las urnas e incluso rompiéndoles su madrecita?
¿Y los discursos de Mariano Rajoy y el Rey Felipe, no son manifestaciones lingüísticas del odio, del peor fascismo, del peor totalitarismo? El monarca y su primer ministro debieran releer el Evangelio de san Juan, lo que no debe costarles mucho, pues su formación es de “buenos católicos”. Así recordarán que:
En el principio existía la Palabra
y la Palabra estaba con Dios.
Ella estaba en el principio con Dios.
Todo se hizo por ella
y sin ella no se hizo nada de cuanto existe.
En ella estaba la vida
y la vida era la luz de los hombres.
El episodio bíblico de Babel sólo es una manifestación de la soberbia de los seres humanos, quizá mejor ejemplificado por Lewis Carroll en Alicia en el país de las maravillas por boca de Humpty Dumpty: “Las palabras significan lo que yo quiero que signifiquen”.
En el futuro inmediato se esforzarán por reinventar el lenguaje para hacer sus trapacerías sin necesidad de justificarse, lo que significa que se cierne sobre buena parte del mundo una era de oscurantismo. No importarán las protestas, se la dejarán Irineo Contreras al que no se someta. Pregunten, si no, a Leonardo Curzio.
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