* Acá, afuera y en libertad, también se es extorsionado, desaparecido, expoliado con el derecho de piso, secuestrado, torturado, vejado, violado, desamparado de la autoridad que debiera proteger
Gregorio Ortega Molina
Nunca como ahora resulta importante recuperar el trabajo periodístico de Julio Scherer García, sobre todo esas entrevistas en las que encuentra la pregunta adecuada, idónea para que el interrogado denuncie, como ocurrió en el caso del libro Cárceles.
El año que entra cumplirá 20 de su primera edición, pero lo allí expuesto parece suceder hoy, como lo muestran los acontecimientos que llenan de sangre las prisiones mexicana. Penales saturados en los que la muerte es una liberación, porque lo que dentro de ellos sucede llena de oprobio y dinero a sus administradores y celadores, pero humilla y envilece a los reos, incluso a aquellos privilegiados que pueden ser sacados a pasear, cuentan con televisión, equipo de música, comida y vinos y licores, y esclavos y esclavas sexuales.
Scherer convoca a sincerarse al doctor Carlos Tornero Díaz, pero a los lectores nos arroja al oscuro mundo de nuestro propio entorno, pues explica con claridad cómo las estructura social de los penales mexicanos es una réplica puntual de la sociedad que los creó y de los gobiernos que los administran.
En Aristegui noticias nos enteran que “Luis Alberto González, El Tatos, es el líder de una banda que se dedica a torturar a reclusos y extorsionar a sus familiares en penales del Estado de México.
“Golpes, palazos, quemaduras y hasta descargas eléctricas forman parte de las prácticas de tortura que Luis Alberto González Nieto, alias “El Tato” o “El Tatos” y su grupo criminal emplea para extorsionar a los familiares de presos que se encuentran recluidos en los penales de El Bordo de Xochiaca, Chiconautla y La Palma.
“Acompañado de al menos dos personas que le ayudan a vigilar, videograbar y contener a sus torturados, El Tatos quema, golpea, pica y hasta las electrocuta a sus víctimas, que son obligadas a pedir dinero a sus familiares para que lo depositen en cuentas de Banco Azteca y así terminar con la violencia.
“Luis Alberto González Nieto “trabaja” con terceros en otros penales y fuera de ellos para enviar los videos de las torturas a los familiares, y así poder cobrar el monto de las extorsiones que van desde mil 500 pesos, hasta automóviles o escrituras de inmuebles.
“A decir de testimonios recogidos por la agencia, en reiteradas ocasiones familiares solicitaron, a través de una carta, la intervención del director de Prevención y Readaptación Social del Gobierno del Estado de México, Luis Arias González, para frenar el <<ambiente de terror y extorsión en contra de los presos>>; sin embargo, no recibieron respuesta y por el contrario las agresiones contra reclusos fueron peores”.
Hace 20 años Carlos Tornero Díaz da la voz de alarma sobre este problema, y puntualiza que esos procedimientos y la organización interna de los penales, son una réplica de la manera en que el poder “administra” a la sociedad.
Acá, afuera y en libertad, también se es extorsionado, desaparecido, expoliado con el derecho de piso, secuestrado, torturado, vejado, violado, desamparado de la autoridad que debiera proteger.
Si eso ocurre al aire libre, qué puede esperarse de la violencia en los penales. La obra de Scherer García debe rescatarse, para ayudarnos a recuperar la dignidad.
Las propuestas, el discurso y la aspiración histórica de quienes andan tras el poder, deben indicarnos que esa realidad que nos agobia puede cambiar, cuando menos que nos permita anticipar que podremos vivir en paz.
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