* Aurelio Nuño y los “aspirantes” a consolidar una reforma educativa, deben solucionar otros problemas antes, porque, como lo proponen, el proyecto de nación que quieren construir navega como barco fantasma
Gregorio Ortega Molina
Eduardo Almeyda, Pablo Cabañas y el que esto escribe, conversamos sobre las reformas estructurales y su importancia. Ellos sostienen que es la energética la madre de todas ellas; yo, insisto, considero que es la educativa.
Me explico. Lo que han emprendido los gobiernos, desde Miguel de la Madrid Hurtado, es el cambio de proyecto de nación, la transformación de México y los mexicanos. No es una propuesta interna, es parte medular de la globalización, de las exigencias impuestas por la integración de un trípode de países en América del Norte, y el reordenamiento geoestratégico regional para responder al terrorismo y resistir a los embates económicos de China, Rusia y la CEE.
Imposible que los mexicanos de las nuevas generaciones continúen pensando y actuando de acuerdo al políticamente enterrado proyecto de la Revolución. Se requiere lo que Luis Echeverría Álvarez mencionó, pero nunca instrumentó: el cambio de estructuras mentales.
Pero, ¿cómo lograrlo, cuando ni siquiera fueron capaces de cumplir con el mandato constitucional plasmado en el artículo 3°? No lo sostengo yo, lo dicen las estadísticas.
Gracias al estudio <<Niños y niñas fuera de la escuela>>, realizado por Unicef México, nos enteramos que más de cuatro millones de menores no asisten a la escuela, y el 57 por ciento de los alumnos que ingresan a primaria no llega al bachillerato; es decir, sólo 43 por ciento de los que inician la educación primaria llega al último grado de bachillerato.
“Solamente en el transcurso de los seis años de la primaria, de cada 100 egresan 11. Cuatro acaban la primaria, pero no ingresan a la secundaria”, sostiene Carmen López, jefa de Educación de Unicef México. Y añade: “En los años de secundaria se van 19 y no ingresan a bachillerato tres. En el transcurso de bachillerato se pierden 20”.
El estudio indica que tan sólo a preescolar no asisten 1.2 millones de niños, principalmente por cuestiones relacionadas con la dificultad de ingresos de sus familias; a educación primaria dejan de asistir alrededor de 263 mil niños porque presentan algún tipo de discapacidad. Al igual que en la educación preescolar, la inasistencia también se relaciona con el tipo de estructura familiar, así como con el nivel de escolaridad de los padres.
A educación media superior 2.3 millones de adolescentes enfrentan situación de pobreza, viven en hogares ampliados, el jefe o jefa de familia no sabe leer o escribir, por lo que tienen que trabajar para apoyar a la familia, lo que les impide permanecer en la escuela.
“Unicef alertó que la mayoría de niños que no acuden a la escuela o que desertan son indígenas, tienen alguna discapacidad y trabajan o pertenecen al sector más pobre de la población”.
Aurelio Nuño y los “aspirantes” a consolidar una reforma educativa, deben solucionar otros problemas antes, porque, como lo proponen, el proyecto de nación que quieren construir navega como barco fantasma.
En México hacen falta hombres con una ideología de avanzada; un prohombre pues como José Vasconcelos. Los avances que se dieron en este rubro y en la cultura en general fueron notables en su época, pese a carecer la nación de recursos suficientes para instrumentar ingentes planes educativos. Vasconcelos es un referente de las cosas que se pueden lograr cuando una persona tiene visión, deseos y amor por sus coetáneos, e incluso acciones trascendentes para las generaciones futuras.