* Ni manera de ocultar lo que se anticipa como amanecer del dos de julio
Gregorio Ortega Molina
Supongo que Alfonso Navarrete Prida y EPN tendrán en su poder un diagnóstico actualizado de la salud pública, de los niveles de confianza de la sociedad en su gobierno, de los empresarios en el Estado de derecho (que reclaman seguridad ya), de los activistas políticos en sus representantes. Conocen de las razones de la autoflagelación, de los verdaderos niveles de confrontación entre los grupos que aspiran a hacerse con el poder para, a fin de cuentas, recetarnos más de lo mismo. Cambio, ninguno. ¿Rompimiento constitucional?
Algo saben el secretario de Gobernación y EPN, pues llamaron a los dirigentes de los partidos y de los candidatos presidenciales a que participen en la contienda electoral con diálogo directo, incluyente, respetuoso, transparente y constructivo, para que prevalezca la certidumbre, civilidad, el respeto y la concordia entre los mexicanos.
¿Lo harán?
Deduzco que también saben desde cuando rompieron el orden constitucional, con esa falsa idea de que es necesario hacer respetar la ley haciéndola añicos en los Tres Poderes de la Unión. No hemos de referirnos a la corrupción económica, pedestre y vil, sino a la de los valores civiles y legales, a esa corrupción que conculca el mandato constitucional que quienes gobiernan han de obedecer, y olvidan obedecerlo.
Olfatean el aroma de la decadencia, de la corruptibilidad de la norma, de la imposibilidad de una reconciliación nacional, sin antes pasar, otra vez, por la confrontación que condujo a los mexicanos a un proyecto de nación que ni siquiera duró cien años.
Las palabras de Navarrete Prida fueron: “La Secretaría de Gobernación ha tenido y mantendrá abiertas todas las avenidas, todas las puertas del diálogo con la finalidad de que en el marco de nuestras instituciones republicanas, entre todos los actores políticos evitemos que las diferencias inherentes a la contienda político-electoral se conviertan en encono o violencia. El único interés genuino de este gobierno es que México, sus instituciones y la democracia salgan fortalecidos después del primero de julio.
“Quiero dejar muy claro que por su origen democrático y su juramento de respeto al marco constitucional, el gobierno federal no es el instrumentador de los deseos o preferencias de ningún actor social en lo individual o de forma colectiva, independientemente de su relevancia o de su influencia, ya sea interna o incluso en el exterior de México, lo reitero: de nadie”.
¿Hay necesidad de explicaciones, cuando se sabe dónde se decide el futuro de las relaciones comerciales trilaterales, dónde el impulso a la inversión que debe traer la reforma energética, dónde la manera de disminuir las asimetrías legales, para que funcione la reforma constitucional penal?
Ni manera de ocultar lo que se anticipa como amanecer del dos de julio.
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