* Poco importa que quieran cambiar vacunas por votos. En junio, dentro de cinco meses, los electores podrán definir sus preferencias de acuerdo al número comprobable y real de vacunas aplicadas
Gregorio Ortega Molina
Los protagonistas de la 4T me recuerdan a los personajes de las comedias de Moliere, incluso a los de las novelas de Leonardo Sciascia, principalmente los de Todo modo y El código egipcio. Han hecho de la actividad política, del ejercicio del poder, el culmen de la simulación.
Quizá lo perfeccionaron con la propaganda en torno a la contratación de vacunas, la llegada de las primeras entregas del medicamento para fomentar una esperanza que no llega, porque no existe; la difusión de la estrategia de la distribución de esas vacunas en el territorio nacional y el escarnecimiento público de unos cuantos que se pasaron de listos al saltarse la fila, pero olvidaron ofrecernos una información fundamental: la estrategia de vacunación: fechas, quiénes, dónde, cuándo. Van al buen tun-tun, saltan de un lado a otro, de un grupo a otro, sin un registro puntual de lo hecho, para conocer lo que queda por hacer.
El gobierno, que no el Estado, controla de manera total y absoluta su aplicación, establece el sitio, sin servirse de las clínicas y hospitales ni de los experimentados servicios médicos. Ejército, Marina, Siervos de la Nación y, si acaso, una enfermera o enfermero para aplicarla, siempre y cuando se haya escuchado el fervorín acerca de lo que se debe a la 4T por salvarnos de morir infectados de Covid-19; en el caso de la “supuesta” autorización a entidades federativas e instituciones privadas, de inmediato les amarró las manos: sí, pero.
En el caso de la población de la tercera edad, por experiencia puedo afirmar que los servicios de salud del Estado cuentan con un padrón confiable de pensionados y jubilados. En mi caso me notifican por mensaje y correo electrónico los días en que he de pasar por mis medicamentos, los que me entregan cuando hay o de los que tienen disponibilidad, porque no siempre los tienen completos.
Retomo la lectura de Morir con dignidad (Un alegato a favor de la responsabilidad), de Hans Küng y Walter Jens, donde nos ofrecen los siguientes motivos de reflexión: “Incluso teólogos y obispos conservadores conceden ya que vivimos una época de vertiginoso cambio en la conciencia de los valores y normas, que no viene provocado por la mala voluntad de los hombres, sino por el vertiginoso cambio de la sociedad, la ciencia y la tecnología, incluyendo la medicina”.
Las modificaciones en el comportamiento de las sociedades ya no tardan una generación, ocurren cada vez en menor tiempo, y también son más profundas e impactantes. Los jóvenes quieren el cambio ya.
Es momento de que los mangoneadores de hoy se pregunten qué tan similar es el comportamiento de los electores de junio 2021, con el de los que los llevaron al poder en 2018. ¿Permanece el hartazgo? ¿Dejaron de confundir la corrupción pecuniaria con la moral? ¿Saben ya cuál es más perjudicial, con mayores alcances y peores costos? ¿Compran la misma propaganda política?
Poco importa que quieran cambiar vacunas por votos. En junio, dentro de cinco meses, los electores podrán definir sus preferencias de acuerdo al número comprobable y real de vacunas aplicadas.
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@OrtegaGregorio