* Bretton Woods apaciguó los ánimos bélicos durante 27 años, después y como consecuencia de la necesidad de un reordenamiento económico mundial -no geopolítico-, “en agosto de 1971 el sistema clásico de Bretton Woods llegó a su fin. El sistema de valores constantes fue destruido por desacuerdos mutuos y recriminaciones sobre quién debía ajustarse; en otras palabras, debido a la ausencia de un mecanismo verdaderamente eficaz de supervisión multilateral”, señalan los historiadores de la economía, pero no los del comportamiento humano. ¿Quién o qué institución global va a supervisar a los supervisores? El dilema crece cuando se empeñan en vendernos la idea de que es más importante la paridad que el poder adquisitiva, no importa la moneda de la que se trate. Debemos regresar al patrón oro
Gregorio Ortega Molina
Los motivos para la confrontación bélica a gran escala parecen obvios. Quizá modifiquen los argumentos para justificar las agresiones, pero la decisión tiene un único origen con diferente nombre: la codicia. A eso se redujo la búsqueda del espacio vital y la persecución racial.
Hoy el disparador es dual: un reordenamiento geopolítico atizado por ideologías que, a lo largo de los últimos quinientos años, se confrontan y retraen por agotamiento, y una migración incontenible, que modifica los proyectos nacionales. El ají y el café no pueden mezclarse.
Pero quizá lo que más desconcierta a los bancos centrales, a los planificadores de las economía nacionales, a inversionistas de todo origen, es la falta de confianza, porque quienes gobiernan decidieron mentir e inventan sobre las proyecciones de desarrollo y crecimiento económico, y culpan a sus antecesores de que se mueva más rápido el índice inflacionario que el PIB. No hay economía que resista.
Los conflictos sociales internos en las naciones, y la manera en que se determinan las decisiones geopolíticas son similares. Se fomentan para que unos puedan conservar sus privilegios, mientras los otros pagan -incluso con sacrificios personales- la buena vida de los de enfrente. Así Caín ejecuta a Abel, como Herodes decide la ejecución de los santos inocentes. Javier Marías y muchos otros dan buena cuenta de este comportamiento estrictamente humano. Si ha de fallecer alguien, que sea el que está a mi lado.
Bretton Woods apaciguó los ánimos bélicos durante 27 años, después y como consecuencia de la necesidad de un reordenamiento económico mundial -no geopolítico-, “en agosto de 1971 el sistema clásico de Bretton Woods llegó a su fin. El sistema de valores constantes fue destruido por desacuerdos mutuos y recriminaciones sobre quién debía ajustarse; en otras palabras, debido a la ausencia de un mecanismo verdaderamente eficaz de supervisión multilateral”, señalan los historiadores de la economía, pero no los del comportamiento humano. ¿Quién o qué institución global va a supervisar a los supervisores?
¿El FMI, el Banco Mundial, las calificadoras, el gobierno ruso, o el chino o el de Estados Unidos, o un colegiado emergido de la Comunidad Económica Europea?
El dilema crece cuando se empeñan en vendernos la idea de que es más importante la paridad que el poder adquisitiva, no importa la moneda de la que se trate. Debemos regresar al patrón oro.
¿Qué nos indica la historia de la economía?: “El patrón oro es un sistema monetario en el que el valor de la moneda de un país se fija y se vincula a una cantidad específica de oro, permitiendo la conversión del papel moneda en oro físico, lo que garantiza un tipo de cambio estable y previene la inflación excesiva. Este sistema, popular durante el siglo XIX y principios del XX, se colapsó debido a su rigidez ante crisis económicas como la Gran Depresión y gastos bélicos, llevando a los países a adoptar sistemas fiduciarios basados en la confianza y el poder gubernamental”. Charles de Gaulle fue defenestrado por insistir en el regreso al respaldo oro en las economías nacionales, no fue el 68 francés.
¿Qué fue mejor?
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