* La confianza no está en los amuletos “religiosos” con los que el portador de ellos busca justificarse ante él mismo en su proceder, y ante los demás “su” fe, que no se sostiene si no es con el apoyo de una imagen
Gregorio Ortega Molina
Lo que ocurre en el mundo desde la aparición de la pseudo posmodernidad lo trastoca todo. En términos cinematográficos y para el ámbito de las vivencias personales, la modernidad no tiene precuela ni secuela. Lo que importa es el tiempo presente. Lo hecho el día de hoy es la cosecha del siguiente… y el siguiente.
Inventar conceptos para llamar la atención atenta contra la lógica y destruye los cimientos de la ética y la moral, incluidos los que atañen a la fe, las religiones, las creencias personales y colectivas. Ahí está la torcida mentalidad de “Antonio González Sánchez, obispo de la Diócesis de Ciudad Victoria, Tamaulipas, quien aseguró durante su sermón del 14 de febrero que, quienes usan cubrebocas lo hacen porque no confían en Dios.
“Durante su homilía, el prelado reconoció que el usos de mascarilla es necesario; sin embargo, dijo, a nivel personal, el famoso cubrebocas es no confiar en Dios, a sabiendas de que su opinión contradice el dicho de Dios: Ayúdate que yo te ayudaré”.
Uno de los preceptos religiosos que aprendí de escuincle -por cierto, no lo entiendo, pero lo acepto- señala: No tentarás al Señor, tu Dios. En cuanto adquirí una modesta capacidad de discernimiento, en respuesta a ese mandato divino siempre me he preguntado algo que carece de respuesta: ¿Cómo puede tentarse a Dios cuyas características son omnipotencia, siempre omnipresente, sabiduría… es propietario del tiempo? Él es la eternidad. Todo lo sabe, por lo tanto, resulta imposible el más mínimo intento de seducción.
Sostiene la información que el prelado de Ciudad Victoria insistió: “Ayúdate, que yo te ayudaré”, y afirma que esa es palabra de Dios… no soy doctor en las Sagradas Escrituras, pero ese aserto no lo encuentro, como este otro que me cantaron mis abuelas: Dios proveerá.
Supongo que los adelantos en el conocimiento de lo que puede contribuir a que vivamos mejor y en condiciones de higiene, corresponden a una reafirmación de la fe. Negar que los anticonceptivos químicos o mecánicos evitan el “pecado” del aborto, equivale a rechazar que Dios proveyó a los humanos de esa sabiduría que los convierte en hijos suyos, a “imagen y semejanza”. Parecidos, sí, iguales, jamás.
La confianza en la divinidad sólo tiene sustento en la confianza en nosotros mismos, de manera individual. Confianza en nuestro discernimiento y sabiduría, para que el Espíritu Santo nos aprenda a separar el grano de la paja, a construir y no destruir, a distinguir entre el bien y el mal, a no difamar ni ser maledicente.
La confianza no está en los amuletos “religiosos” con los que el portador de ellos busca justificarse ante él mismo en su proceder, y ante los demás “su” fe, que no se sostiene si no es con el apoyo de una imagen.
Sólo muy tarde comprendí las dos vertientes que tiene esa idea de que el amor es ciego: aceptas al ser amado tal cual es… y, lo más importante del precepto: no necesitas ver al sujeto de tu amor. Cristo se lo dijo a santo Tomás: Porque me has visto has creído. Dichosos los que crean sin haber visto.
Échense este trompo a la uña, sostiene el presidente de México que las mujeres estaban dispuestas a incendiar la puerta de Palacio e ingresar… y mientras tanto nadie explica el desorden de las vacunas, el gas pimienta, el crecimiento de los feminicidios, el desdén por la salud de los mexicanos…
¿Hace cuántos años salió desde el edificio Chihuahua la luz de bengala? ¿53? Casi, el próximo dos de octubre se cumplirán, pero por lo pronto ya transitaron nuestros políticos de Tlatelolco al Zócalo, del edificio Chihuahua al techo de Palacio Nacional. ¿A dónde nos llevan?
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