* Vladimir Putin, hijo putativo del zarismo, se frota las manos, consciente de que esa disputa económica lo beneficia; está dispuesto a hacer de las naciones empobrecidas, modernas versiones del gulag, cuyos habitantes satisfarán las necesidades del imperio ruso
Gregorio Ortega Molina
El equilibrio de poderes dejó de existir. El señuelo de la paz impuesta por el armamento no espanta a nadie, porque resulta que ahora los ejércitos y sus generales están supeditados a la voluntad del poder económico. Ni Karl Marx anticipó este desenlace. Los templos de la izquierda son capitalistas.
Los enemigos a vencer están confundidos con los demonios de la religión y las utopías de las ideologías. Los campos de batalla ahora están ubicados en los bancos centrales, las corredurías bursátiles, la delincuencia organizada como otro factor de poder, los laboratorios químico-farmacéuticos y las respuestas de la naturaleza a la codicia humana, al descuido con el que atendemos la preservación del medio ambiente.
Las consecuencias de acelerar el cambio climático debido a incendios en el Amazonas y en África -provocados o no-, sin imprevisibles, aunque cabe una única certeza: hambre, pobreza y el regreso de las terribles enfermedades que acompañan a la miseria, susceptibles de transformarse en epidemias, primero, y en pandemias después.
La destrucción atómica es de pavor, pero la provocada por la guerra económica es siniestra, tanto como los círculos del infierno de Dante narrados en la Divina Comedia. Naciones enteras quedarían subordinadas a una esclavitud espantosa, con el agravante de que serán administradas por sus propios gobernantes, interesados en servir al Imperio, para sobrevivir ellos, sus familias, y reducidos círculos de íntimos.
Las estrategias ya están en el tapete del casino internacional. Informa la sección financiera de los diversos medios impresos, que “China respondió a la amenaza de Donald Trump y devaluó su moneda. A principios del último agosto, el renminbi cotizó al precio récord de 7,05 por dólar. La última vez que la moneda estuvo tan débil frente al dólar fue en 2008, en medio de la crisis financiera. El gobierno estadounidense considera que la medida del banco central chino pone a los exportadores de ese país en una situación de ventaja. El número siete en realidad es simbólico y sugiere que China está dispuesta a permitir una caída mayor para favorecer a los fabricantes chinos que ahora se ven afectados por los aranceles que les impuso Donald Trump. A causa de esto, Wall Street tuvo su peor día del año y las bolsas en Asia y Europa también cayeron”.
Mientras tanto, Vladimir Putin, el hijo putativo del zarismo, se frota las manos, consciente de que esa disputa económica lo beneficia, y está dispuesto a hacer de las naciones empobrecidas, modernas versiones del gulag, cuyos habitantes satisfarán las necesidades del imperialismo ruso.
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