* Me pregunto si es a su propio estilo al que se refiere, o imitará a Ernesto Zedillo Ponce de León, cuyo destino fue dar aldabonazo a los acuerdos contraídos en la negociación poselectoral de 1988
Gregorio Ortega Molina
En asuntos electorales no es lo mismo ganar que imponer, como tampoco pueden ser sinónimos adquirir voluntades y convencer. La democracia, entonces, también está sujeta al libre mercado, y quizá a las normas de la globalización, donde todos meten mano.
Leo con azoro -porque creí esos tiempos olvidados- en diversas columnas políticas, que el presidente EPN, por cierto sujeto a mandato constitucional, afirma a sus visitantes en Los Pinos que ganará su propia sucesión presidencial y, me pregunto, si es a su personal estilo al que se refiere, o imitará a Ernesto Zedillo Ponce de León, cuyo destino fue dar aldabonazo a los acuerdos contraídos en la negociación poselectoral de 1988.
El espacio de maniobra política de EPN está más restringido que el de Ernesto Zedillo, porque éste al menos tenía la opción de diversos candidatos dentro de su propio partido, pero en el maltrecho PRI de hoy, estigmatizado por la corrupción y la narcopolítica, y con el gabinete y los gobernadores que tiene para elegir, surge la pregunta fundamental: ¿con quién y con cuál imagen piensa ganar, si se ajusta a las exigencias de su partido y al compromiso constitucional?
Claro que puede estar explorando otras posibilidades para garantizarse, él mismo, niveles de impunidad sin precedentes. En ese caso Alfonso Romo y AMLO pueden resultarle buenos aliados para ganar “su” sucesión, pero si no es el caso, es posible que explore la posibilidad de otro independiente, o la necesaria reedición del Frente Democrático Nacional.
De una cosa no podemos dudar: EPN es lo suficientemente hábil para ganar su elección presidencial en la modalidad que él elija, porque desesperado está por resolver sus problemas de impunidad, en el entendido de que la corrupción no es necesariamente pecuniaria.
Considero que el problema del presidente constitucional de los mexicanos es del ámbito cultural, porque si bien es un técnico especializado en asuntos de gobierno y control político, carece del humanismo necesario para pensar primero en sus gobernados.
En lo cronología ritual cristiana todavía faltan semanas para que el Espíritu Santo descienda sobre los apóstoles. Carece, el mundo, de esa luz tan necesaria para tomar decisiones.
En La última posada Imre Kertész lo ve así: “Todos tienen razón. Pero existen las verdades grandes y sublimes y existen las pequeñas, desalentadoras y, podría decirse, provincianas. Quien representa estas últimas debe renunciar al gran estilo. Sin embargo, se necesita el gran estilo para poder seguir siendo eficaz tras haber renunciado al gran estilo. Y cuando recurrimos al gran estilo, de pronto cambia también la verdad: se torna grande. Así, pues, no hay salida del lenguaje: la realidad, claro, es siempre otra cosa”.
Kertész se refiere a la escritura, a la novela, pero ¿quién es EPN sino su propio narrador, el redactor de su muy personal historia en primera persona? Todavía puede ser que en el camino se tope con el gran estilo.
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