* Cuando Donaldo Trump insiste en su muro, lo que pretende es que se endurezcan los términos de la esclavitud y limitaciones a la libertad a que se verán sometidos los migrantes que logren la legal estancia en Estados Unidos, para -como dijera el Fox- hacer los trabajos que ni los negros quieren
Gregorio Ortega Molina
Las modalidades de la esclavitud y la libertad han variado, no así la esencia de los términos que las definen. Sin necesidad de recurrir al tumba burros, afirmo que la segunda se inicia con la posibilidad de elegir. Quien no puede hacerlo porque no tiene con qué, deja de ser libre.
La esclavitud quedó embozada por diversos eufemismos: trata, lenocinio, prostitución, outsourcing, contrato laboral, acuerdo migratorio… pobreza prima ratio para optar por venderse en tiempo y forma para que hagan del libre albedrío lo que les venga en gana.
La nota informativa que alerta mi inquietud es puntual: “El problema de la trata de personas en México en sus distintas modalidades, como la explotación sexual, trabajos o servicios forzados, sigue sin ser dimensionado, pues no es posible hablar de un número determinado de víctimas, ya que se carece de información real debido a la cifra negra.
“Aunque existe una comisión intersecretarial para abordar el tema, el número de afectados que muestran las autoridades no corresponde con la realidad que se vive en México, lugar de origen y destino de víctimas. Incluso, son muy pocas las personas que cometen este delito y que llegan a tener una sentencia condenatoria”.
Regresemos al origen. La entrada a esclavo en el Diccionario de la Lengua Filosófica, indica: “Del latín, slavus que se convirtió en esclavo en la Edad Media, porque muchos eslavos fueron esclavizados por los Germanos. Corresponde al latín, siervo.
“Que está bajo la dependencia absoluta de un amo.
“Que se sujeta con absoluto rigor a las órdenes de otro o a una regla de conducta (esclavo del deber, de la palabra dada); que está bajo la dependencia absoluta de cualquier fuerza (esclavo de sus pasiones o hábitos)”.
Los niveles salariales impuestos por los acuerdos internacionales surgidos del TLC y las modalidades multilaterales de la globalización, son una de las mejores sofisticaciones que hay para que la esclavitud permanezca. Dos lecturas abren los ojos sobre el tema: Gomorra de Roberto Saviano, y De animales a dioses de Yuval Noah Harari. Los mercados de venta de carne humana están abiertos las 24 horas del día, funcionan en Internet, en las bolsas de valores y en las negociaciones multilaterales sobre el espinoso tema de los migrantes, que terminan por convertirse en modalidad de la esclavitud.
Cuando Donaldo Trump insiste en su muro, lo que pretende es que se endurezcan los términos de la esclavitud y limitaciones a la libertad a que se verán sometidos los migrantes que logren la legal estancia en Estados Unidos, para -como dijera el Fox- hacer los trabajos que ni los negros quieren.
Vistas así las cosas, el gobierno mexicano queda convertido en intermediario del moderno mercado de esclavos, y en un muy activo participante cuando sujeta la ley laboral al outsourcing; en cuanto a lo que opera al margen de la ley, todos meten las manos, incluidos los prelados y los simulados defensores de los derechos humanos.
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