* Pienso, por lo pronto, en nuestro sistema de gobierno, en ese presidencialismo que lo mismo produjo a Benito Juárez que a Antonio López de Santa Anna y Victoriano Huerta. Acabaron con nuestra resistencia a la arbitrariedad
Gregorio Ortega Molina
Los mexicanos debemos vivir intensamente la Pascua, ir más allá del significado judeo-cristiano, ajenos al comercio de la fe y los huevos de chocolate. Es la oportunidad de un renuevo de optimismo, de otra opción de esperanza, del renacimiento de la nación y la patria.
Es momento de escuchar a Cuauhtémoc Cárdenas, de leer con detenimiento lo que el grupo de intelectuales y políticos por él encabezado, proponen en Por México, Hoy.
No se trata de usurpar las palabras, pero sí de retomar las reflexiones que considero medulares para que todos los mexicanos meditemos en lo que podemos contribuir para rescatar a México de las manos de los asesinos y los comerciantes de la dignidad y de la vida.
En la introducción del documento presentado a fines de marzo, leemos:
La adopción sin reservas de la propuesta neoliberal como fórmula excluyente de organización de la sociedad en lo económico, financiero, político, ideológico y cultural ha llevado a un debilitamiento extremo de la nación, como lo ponen de relieve los últimos acontecimientos.
El paradigma del libre mercado fue aceptado sin tapujos por los poderes fácticos, la clase política dominante y las corporaciones mediáticas, como la vía única de solución de la existencia en un mundo global y luminoso. Alinear al país implicó el desmantelamiento de la construcción anterior asentada en la idea del desarrollo nacional, con fuerte presencia del Estado, a partir de sus potencialidades y recursos.
No es un proyecto de nación, es un proyecto de entrega y subordinación a los dictados del ordenamiento global capitalista y a la hegemonía de EEUU, con la ilusión de ingresar al mundo desarrollado de su mano. Su imposición deja la huella indeleble que trazan injusticia, desigualdad, despojo, violencia, corrupción e impunidad.
El cambio de época que pueden estar señalando el Brexit en Europa y Trump en EEUU, encuentran a México en máxima vulnerabilidad, con un gobierno debilitado y desprestigiado en extremo, sin recursos y sin respuesta. Con un Estado débil y fragmentado, la hegemonía cuestionada, la economía dependiente y el paradigma abollado, es difícil salirse del fundamentalismo neoliberal para ensayar algo distinto, (porque) mantenerlo en sus términos pone en el horizonte la tentación de mayor autoritarismo.
La sociedad muestra su hartazgo de mil maneras y el poder es insensible. Múltiples organizaciones territoriales, sectoriales, reivindicativas, despliegan su indignación en todo el país, en tanto las formaciones políticas institucionales son incapaces de asumir su representación.
La indignación y el reclamo deben traducirse en un nuevo proyecto de país y una fuerza política mayoritaria capaz de impulsarlo. Necesitamos otro enfoque, pensar de otra manera el mundo, la globalización, América Latina y el país. Desde la solidaridad, la cooperación y lo comunitario.
Desde lo nuestro, con independencia. Lo global a partir de lo nacional, con la multipolaridad como base y una propuesta incluyente que alimente la esperanza de la gente.
Hemos de cambiar el paso, buscar dentro de la Historia Patria aquello que desecharon los que por estudiar en las universidades del país vecino se asumieron como estadounidenses; olvidaron ser mexicanos, o les dio vergüenza, aunque enriquecerse con el sudor de la frente de sus compatriotas ni siquiera les da comezón.
Por México, Hoy no presentó una lista de buenos propósitos, hace un análisis completo de lo que ha de instrumentarse, desde la administración pública, para detener la degradación de la Patria y evitar el rumbo de Venezuela, Haití o algunos de los países africanos.
Aquí está lo que todos debiéramos exigir a las instituciones políticas que aspiren a adueñarse de la silla del águila.
Otra forma de gobernar requiere una transformación integral y profunda de la institucionalidad actual en los tres poderes y en los distintos órdenes de gobierno, asumir la participación social en la cosa pública como un derecho pleno e inalienable y reconocer que el Estado democrático, del que todas y todos formamos parte, es quien debe impulsar, orientar y regular el desarrollo nacional en beneficio del pueblo.
Los poderes públicos deben estar realmente al servicio dela sociedad desde un enfoque integral de derechos humanos. Tienen que rediseñarse para que dejen de ser espacio de lucro y beneficio particular y funcionen en plena articulación con la sociedad, teniendo el interés colectivo por delante. La transparencia y la rendición de cuentas deben ser concretas y efectivas, con control ciudadano en cada uno de los poderes y en cada uno de los órdenes de gobierno. La capacitación y actualización de conocimientos, con sentido social y de servicio, de los funcionarios públicos debe ser premisa fundamental.
La participación social demanda mecanismos apropiados para hacerla efectiva y el desarrollo de una pedagogía cívica para ampliar el compromiso ciudadano.
La democracia representativa debe complementarse con democracia participativa y democracia directa, atendiendo temas, sectores y territorio, así como la diversidad de formas derivadas de la pluriculturalidad. Toda organización social debe ser reconocida y sus derechos respetados. Los poderes públicos deben incorporar a sus mecanismos de funcionamiento y a sus capacidades un enfoque de participación ciudadana.
El Estado democrático (gobierno, sociedad, territorio) debe ser garante del desarrollo de la nación con justicia, libertad y soberanía. No puede estar al servicio de intereses privados. Debe tener un papel protagónico en la regulación de las relaciones sociales y productivas, que no pueden quedar en manos del mercado. Con la mirada puesta en la superación del capitalismo neoliberal como forma de organización de la sociedad, se debe cambiar el enfoque hegemónico de Estado subsidiario para ponerlo en el centro de la vida nacional como conductor y articulador de las transformaciones a efectuar.
Pienso, por lo pronto, en nuestro sistema de gobierno, en ese presidencialismo que lo mismo produjo a Benito Juárez que a Antonio López de Santa Anna y Victoriano Huerta.
Es Pascua de Resurrección, es la oportunidad del renuevo, de reconstruir lo que han pretendido echar a la basura desde 1982, al menos. Sin embargo, durante la Semana Mayor, días de lectura y meditación, me encontré con la siguiente frase de Imre Kertész: “… (ahogaron) el instinto de defensa contra la arbitrariedad, (porque) más bien se han desarrollado los instintos para trampear los regímenes despóticos y, por consiguiente, para mantener el poder autoritario”. ¿Qué si no fue la alternancia?
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