* Obvio que puede hacerse con el poder, y con el triunfo asegurado las siglas del PRI desaparecerán para ser sustituidas por otras. La organización electoral no es desechable, funciona, pero las ideas, los postulados, los principios, ¿a quién le interesan? Sí, la reingeniería política y social de México se profundiza
Gregorio Ortega Molina
Hay desconcierto entre los priistas de viejo cuño, hijos o nietos de los fundadores de esa organización política, porque hace mucho dejó de ser lo que fue, porque el candidato que creen llevar a la Presidencia de la República nunca perteneció a ese partido ni a ningún otro, y porque parece que José Antonio Meade, después del empuje inicial y de la frase ¡háganme suyo!, resulta que se avergüenza del PRI.
Su patrocinador, los corifeos que impusieron en su entorno, sus propios valedores y el mismísimo candidato Meade, olvidaron pronto que las respuestas políticas a problemas concretos y a la solicitud de satisfacer aspiraciones personalizadas, no pueden estar exclusivamente sustentadas en las estadísticas, la economía y la lógica del poder. Conquistarlo, hacerse con él, ejercer el oficio de estadista también tiene que ver con los sentimientos, las pasiones, los deseos y las pulsiones, los estados de ánimo.
Naturalmente que electores y gobernantes se mueven -en lo general-, al momento de las decisiones, por consideraciones inteligentes, pero en ellas ha de incluirse lo enumerado en el párrafo anterior, más los agravios, las humillaciones, el resentimiento cultivado a lo largo de años en los que los gobernados fueron engañados, y los políticos padecieron el zarandeo que sus antecesores les impusieron: silencio, aceptación y mimetismo fueron requerimientos hasta que Carlos Salinas de Gortari debió sustituir a Luis Donaldo Colosio. La necesidad es la madre de muchas decisiones equivocadas.
Servirse de la organización electoral y de los recursos económicos que por ley corresponden al PRI, sin el espíritu de ese partido y sin los priistas, es algo más que una entelequia. Querer conquistar el poder desde la idea de desaparecer la imagen del PRI, equivale a colocarse fuera de foco.
Tres triángulos que sustituyen a tres letras. Globalizadores voraces que sustituyen a priistas o, peor, servidores de Estados Unidos que entran como suplentes fugaces de lo que queda de los servidores públicos de México.
He escuchado a delegados y exdelegados, a ex tesoreros de ese partido, a militantes: su desconcierto es generalizado y la idea permea: haremos lo que nos piden desde el punto de vista de la organización electoral, pero el 1° de julio no tendrán nuestro voto.
Escribe Stefan Zweig en Fouché, retrato de un hombre político: “El cargo no es sino lo que un hombre hace de él”, y quizá la candidatura sólo es lo que el candidato hace de ella; conduciéndose con vergüenza por esa organización política que lo postula, José Antonio Meade no llegará a ningún lado.
Obvio que puede hacerse con el poder, y con el triunfo asegurado las siglas del PRI desaparecerán para ser sustituidas por otras. La organización electoral no es desechable, funciona, pero las ideas, los postulados, los principios, ¿a quién le interesan? Sí, la reingeniería política y social de México se profundiza.
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