* El futuro de México como nación está en juego, el de EPN y su gabinete, no. Las tres hipótesis pueden destruirse con un único argumento: en el ámbito financiero internacional en que se mueve Luis Videgaray Caso, reunió la información suficiente para tener la certeza de que Donald Trump es el próximo presidente de Estados Unidos. En poco más de 60 días tendremos una respuesta, para saber si EPN regresa del luto político
Gregorio Ortega Molina
Es grave, muy grave lo que sucede con la institución presidencial. Insisten en podrir el modelo político que dio breve éxito al gobierno de la Revolución, porque al proyecto de país lo traicionaron en cuanto fue promulgada la Constitución de 1917.
Hay tres vertientes para el análisis que nos permita comprender lo que ocurre, y discernir si acaso hay solución. El lector elegirá, o determinará si mi apreciación es errónea.
La comunicación verbal del presidente de los Estados Unidos Mexicanos es para alarmar al más sereno de los políticos. Cuando afirma, de viva voz y en lenguaje corporal, que poco le importa su imagen, porque llegó a mover a México y sacar adelante las reformas estructurales, busca refugiarse en el mejor de los mundos posibles, sin considerar que es precisamente en la alteridad en la que encontramos nuestros aciertos y, obviamente, las reacciones a los errores que nos negamos a reconocer.
El diálogo es de ida y vuelta. La confrontación de ideas y el rechazo son reacciones normales en un mundo que se modifica a velocidad cuántica en algunos aspectos, mientras persiste en continuar con su vida un México en el que se muere de hambre y de enfermedades curables, por no hablar de desempleo, humillación, pobreza y ninguneo, para no adentrarnos en ese nudo ciego que amarra corrupción e impunidad.
El presidente EPN parece empeñado en rechazar las lecturas que no cuadran en su teoría de escenarios, en su anhelo de posteridad. No reconocer los errores de su gobierno, es negarse a aceptar que está políticamente vivo. Sólo los muertos no se equivocan.
Si persiste en ese comportamiento, mal le irá al país, porque a él muy bien una vez que entregue el poder. En el florido lenguaje de Vicente Fox, es una “mamada” atreverse a afirmar que si al presidente le va mal, le va mal a México. ¿Dónde y cómo viven los últimos capitostes que han dirigido esta aterida nación? ¿Dónde estamos parados la mayoría de los mexicanos?
La segunda vertiente del análisis consiste en la posibilidad de determinar dónde se origina el conflicto interno dentro del grupo compacto, que tiene cercada la institución presidencial y no acierta a encontrar lenguaje y narrativa. La secrecía entre miembros de un mismo equipo en el poder, es un pésimo síntoma.
El diagnóstico está a la vista en la fotografía oficial que muestra a Claudia Ruiz Massieu con cara de ¿¡what!?
¿Puede establecerse, con toda certeza, que la visita de Donald Trump la operó Luis Videgaray? ¿Dónde estuvo Claudia Ruiz Massieu? ¿Analizaron todos los escenarios antes de enviar las cartas de invitación? ¿Midieron la reacción internacional? ¿La de Estados Unidos?
Hay quien me afirma que la visita de Hillary Clinton modificará la percepción de la imagen presidencial, lo que dudo. ¿Vendrá la candidata del Partido Demócrata?
Lo único cierto de este aspecto del problema, es que el presidente EPN nunca pudo conformar un verdadero equipo de narrativa comunicacional, y de ello debió percatarse cuando el tonto episodio en la FIL de Guadalajara, donde perdió el interés por dar tres títulos de sus lecturas.
Las confrontaciones verbales entre el gobierno y la sociedad pueden salirse de madre en cualquier momento.
El tercer aspecto del análisis, y quizá el más importante, es la velocidad que en Estados Unidos desean establecer para la completa integración de México a América del Norte y a los programas de seguridad nacional y regional de esa nación, porque el terrorismo les ha movido el tapete, y porque el mundo vive la Tercera Guerra Mundial, que es fundamentalmente económica y brutalmente mortal, aunque poco cruenta.
Héctor Aguilar Camín bordeo el tema en su columna del dos de septiembre en Milenio, donde advierte que Trump vino a hacer campaña. ¿De eso se trató? ¿Estamos ya tan integrados?
En cualquiera de los tres escenarios EPN ha colocado al país que gobierna en una situación de perder-perder, porque si es ajeno a la alteridad para ubicarse su lugar en la historia patria, para establecer su propio legado, pues estamos fritos.
Si la narrativa sexenal no se enmienda y busca nuevas maneras de expresión, el futuro se anticipa negro; está el testimonio de las reacciones a la visita del candidato del Partido Republicano.
Por el contrario, si la integración requiere de un acelerón, nada se logrará sin la colaboración de la sociedad; de no obtenerlo, el riesgo es la balcanización, o una guerrilla, larga y agotadora.
Si encontramos la respuesta, sabremos que no se equivocó, o que no le importa, o que sí le tiene cuidado, pero no tanto.
De cualquier manera, pobres de nosotros, los mexicanos de a pie, porque, como anotó Antonio Muñoz Molina en su entrega a Babelia el último sábado: “La posteridad es misteriosa y errática. Nunca se sabe lo que va a salvar o lo que va a destruir”.
Mientras tanto, el futuro de México como nación está en juego, el de EPN y su gabinete, no, aunque los conspicuos integrantes del grupo compacto estén empeñados en aplicarle la eutanasia política.
Naturalmente las tres hipótesis anteriores pueden destruirse con un único argumento: en el ámbito financiero internacional en que se mueve Luis Videgaray Caso, reunió la información suficiente para tener la certeza de que Donald Trump es el próximo presidente de Estados Unidos. En poco más de 60 días tendremos una respuesta, para saber si EPN regresa del luto político.