* Nos victimizaron con la creación de una impostura con poca permanencia en el tiempo, pero de largo aliento en sus consecuencias: es un reflejo de los esfuerzos que realizan para “rescatar” el modelo político y restablecer el presidencialismo
Gregorio Ortega Molina
Para Odette Gilly Perrilliat
Dejar en la superficie una reflexión sobre el origen y las consecuencias de la difusión universal de una noticia falsa, es eludir responsabilidades y hacer a un lado lo que realmente ocurre en México: el avasallamiento político y la fuerza incontenible de la naturaleza, que deja a la vista la corrupción consentida con costo en vidas.
Elaborar una mentira mediática requiere cultura, inteligencia, imaginación y poder… mucho poder.
Frida Sofía es la creación de una impostura con poca permanencia en el tiempo, pero de largo aliento en sus consecuencias: es un reflejo de los esfuerzos que realizan para “rescatar” el modelo político y restablecer el presidencialismo. Nada que ver con “Monchito”, sí con la realidad de la creciente velocidad de las comunicaciones y el desaliento de la población, que facilita el florecimiento de la esperanza, por endeble que sea la verdad en la que tratan de sustentarla.
Elaborar con éxito una impostura requiere de poder, por un lado, y de credibilidad o fe, por el otro. Los rabinos custodios del templo de Jehová solicitaron a Pilato una guardia en la puerta del sepulcro de Jesús, con la idea de evitar que lo que ellos consideraban una mentira se convirtiera en un asunto de Fe. El cristianismo tuvo y tiene éxito. Está vivo.
Dejó atrás la posibilidad de quedar reducido a impostura, para transformarse en dogma y Fe. “Nada prevalecerá contra Él”.
La impostura moderna tiene otra factura. Para comprenderla basta con leer a Jorge Luis Borges en Pierre Menard, autor del Quijote. Su párrafo final es una luz que contribuye a aclarar la errónea invención de Frida Sofía, en un mundo en el que la cibernética y las redes sociales limitan complicidades y secrecía;
“Menard (acaso sin quererlo) ha enriquecido mediante una técnica nueva el arte detenido y rudimentario de la lectura: la técnica del anacronismo deliberado y de las atribuciones erróneas. Esa técnica de aplicación infinita nos insta a recorrer la Odisea como si fuera posterior a la Eneida…”.
También está la posibilidad del reencuentro con Leonardo Sciascia, siciliano cuya obra literaria destaca los inventos del ser humano para conservarse en el poder, aunque sea de manera efímera o endeble, porque a pesar de estar conscientes de que a toda capillita le llega su fiestecita, nunca dejan de lado sus aspiraciones de eternidad.
Su novela El Consejo de Egipto es la descripción, al detalle, de las exigencias para elaborar y mantener en el tiempo una genial impostura.
Sciascia narra que en el siglo XVIII, en Palermo, un personaje similar a un pavo real, el fraile Vella, pone en entredicho los más conservadores y arraigados cimientos de la sociedad siciliana.
Para congraciarse con la Sacra Real Majestad de Nápoles, el clérigo, urgido de riquezas, simula estar dedicado a la traducción de un códice de la época de la dominación árabe en esa isla.
Pero a lo que realmente dedica su tiempo y con admirable tesón, es a inventarlo, con imaginación creativa y conocimientos de humanista, El Consejo de Egipto, se convierte en un documento que sembrará miedo entre los nobles, al descubrir al mundo que los privilegios de la aristocracia carecen de legitimidad histórica.
Es momento de preguntarnos si lo que hoy equivale a esa rancia pléyade de aristócratas, amparados en la partidocracia y los poderes fácticos de la comunicación, son propietarios de una legitimidad política e histórica inexistente, pero que hace de la democracia mexicana una impostura, como la creación imaginaria de Frida Sofía.
Naturalmente el invento de esa información puede deberse a un accidente, a las urgencias informativas, pero quien conoce las exigencias y disciplina del comportamiento reclamado a los marinos de alta graduación, como es el caso de un almirante, sabe de lo puntuales que son en la información al rendir el parte, y de eso se trata cuando están a cargo de los operativos de rescate e informan a la sociedad a través de los medios.
El mexicano avezado en el desarrollo del acontecer nacional y en la lectura de los sucesos políticos, pondrán en la balanza de sus opciones electorales la genial impostura de Frida Sofía.
Lector solicita que reflexionemos sobre los recursos fiscales de las prerrogativas de los partidos: Una cosa es el deterioro de los partidos políticos ante la opinión de los ciudadanos, y otra la protección que el Estado mexicano determinó otorgarles para la construcción y consolidación de la democracia en el país. Esta protección está determinada a nivel constitucional y, entre otras, la Carta magna les garantiza que tengan los recursos necesarios para que compitan en igualdad de condiciones en las contiendas electorales. La voluntad de la nación así lo determinó en la reforma política realizada en el sexenio de Salinas de Gortari.
La tragedia de los sismos es lamentable y nos duele, pero ¿por qué querer irse contra el financiamiento de los partidos, que garantiza nuestra incipiente democracia, porque se hizo la petición de quitarle parte de los recursos que se les asignan conforme a una fórmula que señala la Constitución?
Cualquier camino que se adopte para no entregarle los recursos que por disposición constitucional se les deben dar a los partidos políticos, será una argucia que violará la Constitución.
Mediáticamente es muy redituable; el viernes último Lorenzo Córdoba declaró que están en pláticas con Hacienda para que se desvíen estos recursos a la reconstrucción de los inmuebles dañados por el temblor. Si se hace, se sentará un precedente muy peligroso que, al final de cuentas, romperá la protección constitucional a los partidos políticos. Si se acepta, el día de mañana se pueden quitar otros recursos con quién sabe que fines.
El Poder Legislativo, al que corresponde la reforma constitucional, permanece callado. El Poder Judicial, que podría alertar sobre la constitucionalidad del asunto, como de costumbre elude responsabilidades y hace mutis.
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