* La opción es acelerar la integración, con Canadá y EEUU, para que los mexicanos puedan moverse en una zona de confort de seguridad geoestratégica regional, transformar su percepción del mundo y, como los extranjeros que alcanzaron la ciudadanía ROMANA, gobernar el imperio para contribuir a transformarlo, o ayudarlo a bien morir
Gregorio Ortega Molina
Lo que hoy ocurre en el mundo me recuerda mis relecturas de El viejo y el mar, donde Hemingway narra las consecuencias de que el gran pez trague el anzuelo completo cuando el pescador es un casi anciano: mucha experiencia, poca fuerza. Fueron los tiburones los que engulleron la pesca.
A partir del Consenso de Washington modificaron el vocabulario, pero el concepto es el mismo, desde siempre. El pez grande se come al chico.
El Tercer Mundo pasó a convertirse en una entelequia. Si su organización obedeció a motivos ideológicos contra el neocolonialismo, la riqueza petrolera de algunos de sus miembros los llevó a la división, luego a la inexistencia.
Quienes conceptuaron la actual globalización -de mano de obra barata y libre comercio-, también modificaron el lenguaje y redefinieron la geopolítica, para incluir a dos nuevos actores, que hicieron de la bipolaridad una tetralaridad: a Rusia y EEUU, se unen la República Popular China y la CEE. Sin embargo, los efectos y sus consecuencias son fieles a la idea original.
Retomo Historia de las ideas colonialistas, donde Salvador Reyes Nevares dejó anotado: … El sojuzgamiento proviene de un triunfo; de una confrontación de fuerzas -de cualquier índole que sean- tras de la cual una de ellas se impone a la otra. Pero no se agota en este episodio, sino que se refiere fundamentalmente a sus consecuencias. El perdedor queda a merced del ganador. Su personalidad sufre una mengua en beneficio de éste. Dentro del colonialismo típico esta mengua llega a la anulación. Al convertirse en colonia, el Estado -o pueblo, o el conjunto de hombres- cesa de figurar en su contexto como un personaje con poderes propios. Sus facultades de decisión son absorbidas por la metrópoli”.
La mengua de esa personalidad propia es manifiesta. Hablar, hoy, de patria e identidad nacional, está mal visto; en algunos casos los convenios internacionales tienen preeminencia sobre la legislación y constitución locales; las reformas estructurales, principalmente la educativa, invitan al desarraigo. Pero profundicemos en lo aportado por Reyes Nevares.
“… (El sojuzgamiento) puede provenir de la fuerza militar, económica o de cualquier otra índole. En los tiempos que corren, en que el colonialismo clásico sufre un completo descrédito, los afanes colonialistas han tenido que buscarse otros cauces. Y los han hallado: las empresas transnacionales no son los únicos instrumentos, pero sí los más temibles de la nueva estrategia. Ya no se trata de pulverizar a un enemigo hasta adueñarse de su suelo, de sus recursos y de su fuerza de trabajo. Ya ni siquiera se le llama enemigo. No se le reduce a la impotencia militar, sino que se le ata con las mil ataduras financieras, comerciales y tecnológicas de que esas gigantescas empresas disponen”.
El ensueño, alimentado por la sugerencia o la promesa de aproximarnos a la riqueza y el bienestar del Primer Mundo, facilita el que traguemos, de manera completa, sin detenernos a meditar, el anzuelo de la globalización y del libre mercado como camino de solución integral a las necesidades básicas de los mexicanos. No es posible.
Pero la trampa está dada. Salirnos del acuerdo trilateral y de la globalización, a estas alturas significa más retroceso que recuperación, porque con la dignidad nacional no puede alimentarse y dar bienestar a 120 millones de mexicanos.
Creo que la opción es acelerar la integración, con Canadá y EEUU, para que los mexicanos puedan moverse en una zona de confort de seguridad geoestratégica regional, transformar su percepción del mundo y, como los extranjeros que alcanzaron la ciudadanía ROMANA, gobernar el imperio para contribuir a transformarlo, o ayudarlo a bien morir.
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