* No aciertan a conceptuar y proponer un proyecto de nación, mientras los partidos de oposición, en sequía de inteligencia, no ocupan ese vacío ni hacen propuestas inteligentes y realizables. No, no hay espacio para que regresen, tal y como están
Gregorio Ortega Molina
Los mexicanos estamos en un brete. Tanto los que persisten en adormecerse con el embrujo del encantador de las mañaneras y su 4T, como los que permanecemos atentos a lo que ocurre, y conocemos de los riesgos que implica desestructurar instituciones, nulificar a los partidos y confrontar a la sociedad.
AMLO no está solo en esta tarea, se afanan con él los presidentes de lo que queda de los partidos después de julio de 2018, y los que, a tirones y a jalones, lograron entrar al hueso de las prerrogativas políticas. Ninguno ha reordenado su plataforma ideológica, ha depurado sus principios ni buscado, con sinceridad política, abrir los espacios a la militancia, desplazar a los gerifaltes y obligar, a los que están detrás de esas plataformas para conquistar el poder, que asuman sus responsabilidades y den la cara.
“Alito” Moreno es una insignificancia; Markito, bueno, ni se diga; la Polenvsky da vergüenza ajena, y no digamos Alfonso Ramírez Cuellar, que llegó por anuente. ¿Alguien sabe quién es Ángel Ávila? ¿Qué ahuyento a Cuauhtémoc Cárdenas y a PML del PRD?
¿Pueden rehacerse esos organismos políticos? ¿Qué deben ofrecer a la sociedad y a los electores? Después de los estropicios que hicieron y la manera en que se traicionaron a ellos mismos y entregaron al país, veo difícil que resuciten sin una cirugía radical, que puede incluir cambio de nombre, plataforma de principios, proyecto y reordenamiento ideológico. Como están no infunde confianza ni en los más firmes de sus militantes.
Frente al vacío, AMLO llena los espacios, es el amo de la palabra y la agenda, mientras que la oposición y quienes estarían interesados en sumarse a ella, no quieren aceptar que está en marcha lo que previó Antoine de Saint-Just al momento de la formación del Directorio. Lo dejó anotado Albert Camus en El hombre rebelde. Ante las amenazas a la Convención, el revolucionario francés proclama: “Un patriota es el que sostiene a la República en masa; cualquiera que la combata en el detalle, es un traidor”. Quien critique es traidor, quien no apoye ostensiblemente a la República es sospechoso. Cuando la razón, ni la libre expresión de los individuos, no logran fundar sistemáticamente la unidad, es necesario atrincherarse ante lo extranjero.
Hoy no ven con buenos ojos lo que viene de fuera, abominan de la doctrina neoliberal, pero, oh contradicción, mueren porque el sustituto del TLC funcione, o por la inversión extranjera, o porque nuestros emigrantes sean bien tratados en Estados Unidos y Canadá. Cabalgamos, como país, sobre la ambigüedad. El feminismo provoca urticaria, y los abrazos no pueden sustituir a los balazos. Es el deterioro de la palabra y de la institución presidencial.
Tampoco aciertan a conceptuar ni proponer un proyecto de nación, mientras los partidos de oposición, en sequía de inteligencia, no ocupan ese vacío y hacen propuestas inteligentes y realizables. No, no hay espacio para que regresen, tal y como están.
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@OrtegaGregorio