*De resultar cierto lo que sugieren las suposiciones, lo que se avecina está más allá del autoritarismo, como lo muestra la presencia de la Guardia Nacional en el Metro, con celular en mano para grabar imágenes de los usuarios
Gregorio Ortega Molina
En cinco meses se cumplirá el 39 aniversario de la ejecución política de Manuel Buendía. Meditar en esa fecha me lleva a encontrar curiosas coincidencias entre ese crimen y el aviso a Ciro Gómez Leyva hace apenas cinco semanas. En esta sutileza está la única distancia entre un hecho y el otro.
A Gómez Leyva le avisan y con él a todos los periodistas que no tienen en su santoral a san Andrés Manuel. A Buendía debían ejecutarlo porque lo determinaron los que estuvieron por encima de José Antonio Zorrilla. Manuel Bartlett Díaz -que entonces era secretario de Gobernación y aspirante a suceder a Miguel de la Madrid- se excedía en su celo. Casi cuatro décadas después hace lo mismo como director de CFE. Va más allá de sus atribuciones.
La más fúnebre de las consecuencias es que deciden un crimen político ejecutado el 30 de mayo de 1984, para honrar el sexenio de la renovación moral; para la noche previa a la primera posada, el 16 de diciembre último, determinaron dejar una notificación armada a quienes no se alineen en este sexenio de la transformación moral, en el que tampoco se miente.
Alguien será designado para desempeñar el papel de Rafael Moro Ávila Camacho, otros fallecerán en el camino, y alguien más hará la función de Zorrilla Pérez. No se irá a París, pero quedará convertido en el autor intelectual del suceso.
De resultar cierto lo que sugieren las suposiciones anteriores, lo que se avecina está más allá del autoritarismo, como lo muestra la presencia de la Guardia Nacional en el Metro, con celular en mano para grabar imágenes de los usuarios. Seguramente tienen perfiles, y a algún jefecillo de sus corporaciones harán llegar esos videos, ¿para qué? ¿Qué buscan? ¿Quién lo instruyó?
Los mismos que decidieron no darse por enterados (para los efectos buscados) del blindaje de la camioneta del conductor del noticiero. Lo que no previeron es que fuera a protegerse a casa de Manlio Fabio Beltrones, diligentemente -indican las noticias- lo ayudó con los trámites legales para dejar constancia de los sucesos en una denuncia.
Escribieron los periodistas de entonces: “Del crimen de Manuel Buendía hay más muertos. El Chocorrol, fue el primero, luego José Luis Esqueda Gutiérrez, ex funcionario de la Secretaría de Gobernación, quien investigaba casos de corrupción y le entregó una copia al periodista; también fue asesinado Jorge Guillermo Hernández Velasco, quien grababa conversaciones para Zorrilla, y el último en morir fue Abel Cuevas Urióstegui, ex policía que acompañaba a investigadores en el caso del crimen de Hernández Velasco.
“Junto con Zorrilla Pérez y Moro Ávila Camacho fueron procesados los ex comandantes Raúl Carmona y Juventino Prado Hurtado y la ex agente Sofía Marizia Naya Suárez. Todos por el delito de homicidio calificado. Alegaron que solo obedecían órdenes”.
Falta más a la película de Ciro Gómez Leyva.
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